Al señor Cantalarrana le da a veces por filosofar.
Gusta de practicar una especie de turismo intelectual que lo lleva a observar las manifestaciones populares con motivo del Día de Muertos: los altares; las visitas a los panteones; las calaveritas. También es lector asiduo de periódicos, y lee cada día las noticias sobre los hechos sanguinosos que suceden en forma cotidiana, y sobre el temor que invade a la gente, que no quiere salir ya de su casa.
Considera todo eso el señor Cantalarrana, y luego hace con tono campanudo una declaración.
-Extraño país éste -dice-, donde los muertos parecen vivos, y los vivos parecemos muertos.
¡Hasta mañana!...