Por esta sola vez, y sin que el caso siente precedente, el señor Cantalarrana, pilar de la comunidad, adopta la forma de un empresario triunfador.
De la nada casi el señor Cantalarrana forjó su empresa próspera. Quince horas cada día trabaja desde hace veinte años el señor Cantalarrana. Para él no existen los domingos, y la palabra "vacaciones" no le dice nada. Sale de su casa cuando sus hijos están aún dormidos, y regresa cuando a la cama se fueron otra vez. Ellos no lo conocen casi. No saben que su papá es muy admirado porque gana mucho dinero.
La esposa del señor Cantalarrana se siente casada y viuda al mismo tiempo. No cruza palabra casi con su marido porque sabe que él sólo piensa en su negocio. Alguna vez ella consideró el divorcio. Otra estuvo al borde de una aventura. Pero eso fue hace tiempo. Ahora el tiempo para ella es una sucesión igual de días de soledad y de preocupación por unos hijos que están creciendo huérfanos de padre.
El señor Cantalarrana trabaja quince horas cada día.
Cuando alguien le pregunta por qué trabaja tanto responde él:
-Lo hago por mi familia.
¡Hasta mañana!...