Jean Cusset, ateo con excepción de la vez que vio un fresco de Giotto, dio un nuevo sorbo a su martini -con dos aceitunas, como siempre- y continuó:
-Había en Europa terribles epidemias. La Iglesia hacía que sus fieles acudieran a los templos para pedir a Dios que levantara aquel castigo que había hecho caer sobre los hombres por sus pecados. En aquellas grandes aglomeraciones la epidemia se propagaba más, y miles de hombres y mujeres morían por causa de su apego a las enseñanzas de la religión.
Siguió diciendo Jean Cusset:
-Llegará el día quizás en que la Iglesia deberá pedir perdón por haberse opuesto al uso del condón en los tiempos del sida. En casos como éste no hay que hacer mucho caso de sermones. La fe es virtud valiosa, pero a veces debemos ponerla más en la ciencia que en los predicadores.
Así dijo Jean Cusset. Y dio el último sorbo a su martini. Con dos aceitunas, como siempre.
¡Hasta mañana!..