Hermosa letra es la Y, llamada i griega, o ye.
Pitágoras veía en ella el símbolo de la libertad del hombre: a partir de su raíz humana puede escoger el camino del bien, por un lado, o el del mal, por otro. A Víctor Hugo la Y le parecía un árbol de ramas extendidas; la confluencia de dos ríos, o un amigo que abre los brazos para recibirte.
En su curiosa obra "A, B, C Et Cétera", Alexander Humez dice que ninguna letra como la Y ha sido objeto de tantas amenazas, incluso la de muerte. Filólogos ilustres mexicanos, como don Marcos E. Becerra y don Francisco J. Santamaría, propugnaron la desaparición de esa grafía. (Becerra tiene un libro titulado "Rectificaciones i adiciones al Diccionario de la Real Academia Española)".
En el seno de esa docta corporación -que de repente cobra trazas de anciana veleidosa y llena de caprichos- se presentó la idea de que la Y ya no se llame i griega. Por fortuna tal propuesta fue desechada, y el bello nombre permanecerá. Salve eso a la Academia de condena por 10 o (ya sin acento) 12 dislates recientemente cometidos, pues al parecer ahora los cambios ortográficos se hacen por negociaciones entre los académicos.
¡Hasta mañana!..
