¿Cuántos millones de años necesitó la naturaleza para pulir esta piedra y darle tal tersura que en mi mano se siente como caricia de mujer?
La encontré en el arroyo del Potrero, y la llevé a mi casa igual que si llevara una preciosa gema. La miraba, y me parecía ver algo sagrado. Y es que creo que aun en el silencio mineral suena la voz de Dios. Todas las cosas son su creación; en todas, por lo tanto, late el impulso creador. La callada piedra nos dice la historia del universo.
No supe dónde guardar este tesoro. Habría querido ponerlo en un joyel, o como ofrenda sobre el altar de un templo. Al día siguiente regresé al arroyo, y en su cauce volví a dejar la piedra. Vendrán las lluvias de la primavera, y en su corriente la llevarán quién sabe a dónde. Quizás al mar. Sus aguas son un gran vientre de mujer. De ahí venimos todos, tras la fecundación del espíritu divino. Piedra y hombre son una misma cosa. Y con ellos es una misma cosa Dios.
¡Hasta mañana!..