"Gracias a Dios, que nos dio de comer sin haberlo merecido. Amén".
Así rezaba mi abuela, mamá Lata, al término de la comida.
"¡Ah no, mamá! -protestaba con vehemencia el tío Rubén-. ¡Yo sí me lo merezco! ¡Bastante he trabajado!"
La verdad es que el pan de cada día viene por partes iguales de la amorosa providencia del Señor y de la labor del hombre. Dios hizo la tierra, el agua, el sol, y puso en el mundo el aliento de la vida que hace nacer los frutos, pero cada día el hombre debe continuar la obra de la creación con el trabajo de sus manos.
En el Potrero miro el jardín, tan lleno de coloridas flores aun en este tiempo del otoño. Le digo a don Abundio:
-¡Qué bellezas hace Dios para nosotros!
Responde el sabio viejo:
-¡Viera usted, licenciado, qué feo estaba esto antes de que le diera yo una ayudadita a Dios!
¡Hasta mañana!..