El padre Soárez charlaba con el Cristo de su iglesia. Le dijo:
-¡Qué hermoso milagro hiciste con Santa Eduviges! Su marido le prohibió que diera limosnas a los pobres. Cierto día un niño le pidió a la santa un poco de pan. Ella fue a traerle uno escondido entre los pliegues de su manto.
-¿Qué llevas ahí? -le preguntó el esposo-.
-Flores -respondió Eduviges.
-Quiero verlas.
Eduviges abrió su manto. El pan se había convertido en un florido ramo.
-Otro milagro hice, más hermoso aún -narró el Señor-. Una muchacha llevaba flores a su amado, al que su padre odiaba injustamente.
¿Qué llevas ahí? -le preguntó éste.
-Un pan -respondió ella.
Abrió su manto. Y en efecto, el hombre vio un pan en vez de flores. Aprende, Soárez, que es hermoso el milagro que sacia el hambre de pan; pero es más hermoso aun el que sacia el hambre de amor.
¡Hasta mañana!...