El ominoso augurio de Jeremías se cumplió.
Herodes ordenó la matanza de los santos inocentes. Todos los niños menores de dos años serían muertos.
Hubo grande lamentación, lloro y gemido.
Los padres de los pequeños se angustiaron. ¡Sus hijos, tan tiernos y tan dulces, iban a morir!
Fueron entonces todos con Herodes, y se postraron ante él:
-¡Señor! -clamaron con angustia-. ¿No podrías esperar al menos a que sean adolescentes? ¡Entonces nosotros mismos te ayudaríamos a matarlos!
¡Hasta mañana!..