LA TORRE DE BABEL DICE LA CANCIÓN: “Cómo han pasado los años”: lo que es una verdad indiscutible, por lo que respecta a los avances en la tecnología de las comunicaciones.
ASÍ LAS COSAS, LA WEB se ha convertido en una indescifrable Torre de Babel, en la que trepan, bajan y se arrastran diariamente millones de cibernautas amparados, las más de las veces, en el más absoluto anonimato.
HACE POCOS DÍAS me presumía un contertulio de café, que él tenia miles de amigos y conocidos en la red, y le respondí: ¿Y en tu barrio o vecindario cuántos amigos tienes, de cuántos sabes su nombre?
ESO NOS ESTÁ sucediendo con la mentada Internet.Hablamos con muchas personas por el chat y no sabemos si existen realmente. Parecería que estamos en comunicación como médiums platicando con fantasmas del más allá ubicados a miles de kilómetros de nuestra PC o lap-top.
TODA ESTA MODERNIDAD vino a dar al traste con el telégrafo y el correo. Quedan ambos como una remembranza muylejana de aquellos días en que muy formales nos presentábamos en la barra de telégrafos ubicado en el Palacio Federal, hoy casi en ruinas, y llenábamos cuidadosos una forma color amarillo con un texto, por cierto, del cual se enteraba a plenitud el telegrafista. Éste lo revisaba, contaba las palabras y nos cobraba la tarifa.Todo esto terminó, hoy mandamos de manera instantánea y a la velocidad de la luz nuestros telegramas vía electrónica y gratis.
NO SE DIGA la muerte del correo que ha desaparecido en una agonía silenciosa, pero progresiva. Aquellos cúmulos de cartas que se cruzaban los amantes o los personajes entre sí, han pasado a la historia.Hoy no sería posible hacer una recopilación de la “correspondencia“entre fulano y zutana” para ser publicados. El teléfono y la Internet acabaron con el intercambio epistolar.
RECORDAMOS también aquel rito de poner una carta en el correo: se compraba un sobre blanco, o de papel delgado para cartas vía aérea. Uno se sentaba con toda la tranquilidad a escribir lo que tenía que decir. En el Palacio Federal por la avenida Juárez, comprábamos las estampillas: de correo ordinario; correo aéreo o de entrega inmediata. En seguida se introducía por la ranura el sobre y a esperar varios días para que llegara a su destino y aún más días, para recibir la contestación de nuestro destinatario.
POR LO PRONTO hoy miles de personas circulan caminando por las calles con el teléfono celular pegado a su oreja. Otros miles se les ve sentados frente a mesas en los cafés, restaurantes y hasta en las cantinas, mirando obsesivos y completamente ajenos a lo que sucede en su alrededor, fijos sus ojos en la pantalla. Nuestros jóvenes desesperados compran desde hasta 20 pesos de tiempo aire.No importa que no tengan recursos económicos o bajos ingresos o destinar lo poco para urgentes prioridades, de todo podrán prescindir menos de su celular.
FINALMENTE, sea bienvenida la modernidad con todos sus asegunes.