Son varios los temas que se interconectan en los últimos días. China, Estados Unidos, el consumo de drogas y la guerra contra los que con ellas trafican, la laxitud económica mexicana, el Dalai Lama, la perspectiva de un Tratado de Libre Comercio con Brasil, entre otros.
La visita del Dalai Lama, líder espiritual y jefe nato de la comunidad tibetana, a los Estados Unidos, ya se inició. La entrevista con el presidente Obama habría sido la cuarta vez que el XIV Dalai Lama conversara con un presidente norteamericano, pero el encuentro ha sido repentinamente pospuesto -no anulado- "hasta en noviembre de este año después de que Hu Jintao, presidente de China y Obama, se hubiesen reunido". El Gobierno chino había expresado su viva oposición a la cita. La intransigencia de Beijín es bien conocida en este tema como también sobre el caso de Taiwán, "la rebelde provincia", a quien Obama ha autorizado la venta de armas.
Le bastó a China soltar una ominosa amenaza de que sus relaciones con Estados Unidos sufrirían un severo deterioro si Washington perseverara en ambos propósitos. La fuerza de China, el exportador más grande del mundo pero, más importante aún, el tenedor de cientos de miles de millones de dólares en papel de la Tesorería norteamericana, fue la palanca que convenció.
El peso financiero chino con sus reservas de más de 2 mil 400 billones de dólares y sus exportaciones de 1,200 billones de dólares, hacen que Obama tome en serio la irritación china. La ironía es que ese país es el primer abastecedor del mercado norteamericano afectando severamente a sectores de su agricultura e industria.
Nosotros no somos excepción. El año pasado aumentaron en forma impresionante las importaciones de artículos chinos alentados por la sistemática desgravación que nuestras autoridades han emprendido para abrir aún más nuestra economía, de las más desgravadas del mundo, hasta alcanzar la meta de una tarifa general promedio de 4.3% y sin restricciones no tarifarias. Todo esto en aras de seguir al pie de la letra los principios de mercado abierto que desde luego, los países más avanzados no aplican, tal y como lo recriminó en Davos el presidente Calderón hace dos semanas.
Estados Unidos, China y otros países como Brasil, no tienen dificultad en proteger sus actividades más sensitivas o vulnerables con preferencias para sus productos nacionales para no empeorar las condiciones de empleo. Los términos de accesión china a la OMC prevén un monitoreo de sus subsidios a la producción y exportación y México forma parte del comité respectivo, la cláusula "compre Americano", está en vigor y las restricciones que impone ese país son, según lo intenta justificar Washington, "respetuosas de las normas de la OMC". México no ha escogido este camino con las consecuencias desagradables de importaciones, muchas de ellas completamente innecesarias y de lujo, que han privado de empleo a miles de trabajadores del campo y de la ciudad que ahora, en triste ironía, buscan empleo en un Estados Unidos más proteccionista.
La diversificación de nuestro comercio exterior es objetivo que hemos reiterado incesantemente desde hace más de cincuenta años y que se nos escapa en oportunidades perdidas. Las perspectivas abiertas con los numerosos acuerdos comerciales suscritos en los últimos años no se han aprovechado satisfactoriamente. El culposo descuido ha originado un morboso desaliento que huye de entrar en otros más: sólo el mercado vecino, se dice, es en realidad el más viable.
El propósito de nuestro Gobierno de consolidar relaciones económicas con Brasil, se estrella contra el escepticismo negativo de algunos sectores empresariales que, a falta de mejores razones, arguyen que el gigante del Mercosur no es un socio deseable. Sus políticas proteccionistas explican su impresionante desarrollo con el que arrollarían a nuestros productos agrícolas e industriales. Por nuestra parte, no tendríamos clara entrada a su mercado de 200 millones de consumidores, ya que sus barreras, tarifas y reglamentos no arancelarios, son obstáculos desde hace tiempo infranqueables barreras a las que desde luego nosotros no debemos nunca recurrir.
Atrapados entre la débil producción nacional sustituida por productos más competitivos chinos y de otras procedencias y cuya entrada alentamos, nuestra púdica resistencia a usar los instrumentos necesarios para preferir nuestros artículos y defender a los trabajadores, las oscilaciones de la economía norteamericana de la que insistimos depender y, en fin, el miedo de muchos de nuestros productores frente a los retos del comercio exterior, seguimos preguntándonos el porqué de los éxitos de otros.
A China, cuyas exportaciones subsidiadas dañan a nuestra producción, hay que responder con medidas específicas y tras de ellas, saber defenderlas como lo hacen los norteamericanos en los comités de la OMC. Obama tuvo razones que explican ceder ante Beijín y posponer su cita con el Dalai Lama. México no tiene porqué tenerle los mismos miramientos.