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Modelos econométricos

JULIO FAESLER

El modelo matemático de México del que Abel Beltrán del Río fue autor a fines de los años sesenta, contribuyó fundamentalmente a entender las relaciones entre las fuerzas que determinan el comportamiento de nuestra economía nacional.

No sólo tal descripción de la correlación de factores medibles, sino la posibilidad de desprender de su comportamiento las opciones más racionales de políticas socioeconómicas, es el objeto de estos esquemas que parecerían exclusivamente académicos. Sirven para entender mejor como los componentes económicos se comportan y revelan tendencias. Los modelos econométricos no predicen, si bien sus cifras pueden extrapolarse hacia el futuro.

Desde aquellos años setenta en que el Dr. Beltrán del Río, trabajando con Lawrence Klein, premio Nóbel de economía, fundó el prestigiado Centro Wharton en la Universidad de Pensilvania, daba asesoría a las más importantes instituciones financieras y empresariales en nuestro país en los, su "modelo mexicano" ya detectaba los elementos que impulsarían el desarrollo en las siguientes décadas.

También podían advertirse los límites que constreñían las políticas para acelerar el ritmo del avance económico, ya que el aparato agroindustrial del país aún no era capaz de proveer prosperidad para todos. La sociedad mexicana, vista en su conjunto, no estaba creciendo en forma equilibrada.

Un modelo puede definir índices de inversión, producción, empleo, tasas de ahorro y de inflación, destino de créditos, recaudación fiscal, déficit y superávit, etc. Los desequilibrios pueden medirse numéricamente, pero las decisiones para corregirlos pertenecen al campo político y más allá, en la definición de metas nacionales. Con el tiempo, a los modelos económicos habría que añadir los modernos índices de desarrollo y de calidad de vida e incluso los más recientes, que se refieren a "la felicidad".

Hoy vivimos una perniciosa relación que extrae lo peor de ambas naciones, muy opuesto al idealismo que inspiró el TLCAN que nos vincula. En términos comparativos fue rezagándose la capacidad de México para ofrecer oportunidades efectivas a una juventud creciente. De México vemos la expulsión de nuestra mano de obra del campo que se ha visto obligada a dirigirse en números de cientos de miles a refugiarse en la economía de Estados Unidos que a su vez, requiere de su aportación, pese a su actual recesión.

Actualmente, su alto índice de desempleo, superior al nuestro, recrudece la latente intolerancia y repulsa que existe en muchas comunidades norteamericanas en contra del extranjero que busca insertarse en la sociedad y a la estructura económica. Las estadísticas por mucho que algunos quisieran manejarlas, siempre aterrizan en las realidades personales que son las únicas que al fin de cuentas importan. La crudeza del momento explota en choques fronterizos donde se martiriza y se asesina a un emigrando mexicano, en un incidente de mera resistencia contra la patrulla fronteriza.

Esas fronteras existen al interior de ambos países. El choque de Tepito que no sólo es centro de rebelión, sino de almacenamiento y distribución de drogas, armas y piratería, es en sí otra frontera. El hirviente caldero tiene ingredientes ideológicos de conección internacional, que podrían ligarse a movimientos subversivos sudamericanos. En Estados Unidos también hay fronteras que están fraguándose en comunidades latinas que ya superan a las afroamericanas. Las medidas que la gobernadora de Arizona ha decretado, es posible que se repitan en 14 estados más donde existe un acreditado respaldo a estas medidas por parte de las comunidades blancas. Lo que confirma la labor que tiene que realizar el presidente Obama para frenar excesos anticonstitucionales y orientar la problemática migratoria hacia soluciones de unidad nacional.

Pero lo que no admite espera se topa con la realidad de la actual depresión económica.

La recesión y la depresión económica exacerban los ánimos que se mitigan al recuperarse la economía. Sin embargo el proceso es lento y, peor aún, es posible que los nuevos niveles económicos se estabilicen a niveles inferiores a los que existían hace unos años, previos a la crisis. Esto significa que las necesidades de los trabajadores en Estados Unidos, no serán tan altas como para absorber a los mexicanos que emigren, mientras nosotros aún no somos capaces de incorporar a nuestra mano de obra, lamentablemente ex sedentaria.

Aquí los creadores empleo, empresarios y promotores de cooperativas, tienen que salir del callejón nacional consistente en desarticular la economía rural antes de montar una industria fuerte. Los esfuerzos que la comunidad económica mexicana tiene que realizar son tan intensos como los que los dirigentes políticos norteamericanos tienen que efectuar para acotar la intolerancia de granjeros y sindicatos para por fin llegar a un sano equilibrio entre las dos realidades nacionales.

Los modelos econométricos como el que nuestro añorado Abel Beltrán del Río creó para México, siempre estarán ávidos para incorporar en sus variables los datos que los hagan portadores de las buenas noticias que todos queremos constatar.

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