"El 90 por ciento de los políticos le dan al otro 10 por ciento mala fama."
Henry Kissinger
Es inusitado que en una organización libre el último en llegar, el que tiene menos experiencia, sea electo como presidente.
En los equipos de futbol el capitán es el más veterano o el más respetado del equipo. En la Suprema Corte de Justicia la designación de presidente suele recaer en uno de los ministros con más experiencia.
Pero las cosas no son así en la Cofetel, la Comisión Federal de Telecomunicaciones. Un grupo de comisionados con años de trabajar en el organismo, y que acumulan años de experiencia previa, han decidido por aparente inspiración divina elegir como su nuevo presidente a un funcionario que apenas acaba de ingresar a la institución y que además no tiene ninguna experiencia verdadera en telecomunicaciones.
O los comisionados vieron en Mony de Swaan algún tipo de capacidad que no es evidente al resto de la gente o simplemente tuvieron que aceptar una línea que vino de arriba.
La experiencia académica de Mony de Swann en telecomunicaciones es virtualmente nula. Tras recibir una licenciatura en relaciones internacionales del Colegio de México, obtuvo una maestría en política comparada de la London School of Economics. Realizó posteriormente estudios de posgrado en la Universidad Hebrea de Jerusalén.
Su carrera pública se ha vinculado estrechamente a la del secretario Juan Molinar Horcasitas, también politólogo. Fue asesor de Molinar en el Instituto Federal Electoral y en la Subsecretaría de Desarrollo Político de la Secretaría de Gobernación. Ingresó a la Unidad de Vinculación Institucional del Instituto Mexicano del Seguro Social también a la sombra de Molinar Horcasitas: De su mano pasó después a la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, una vez más como coordinador de asesores de Molinar. Su función en la SCT nunca fue técnica sino política.
De Swaan no tendrá la capacidad para ejercer una responsabilidad técnica en la Cofetel. Su función será garantizar que Molinar Horcasitas mantenga un férreo control sobre las decisiones de este órgano colegiado. De hecho, la Comisión se convierte cada vez más en una institución formada exclusivamente por funcionarios surgidos de la filas de la SCT. La lealtad es más importante para seleccionar a un comisionado que el conocimiento técnico.
Lamentablemente, el sueño de que la Cofetel podría alguna vez convertirse en una institución independiente, que tomara decisiones sobre la base de consideraciones técnicas y no políticas, ha quedado atrás. Cuando menos los comisionados anteriores, como Gonzalo Martínez Pous y Rafael del Villar, podían sumar a su cercanía con el secretario de Comunicaciones que los nombraba, en ese caso Luis Téllez, una reconocida sapiencia técnica. Pero De Swaan simplemente no la tiene. La esperanza de que pueda convertirse en un líder que le dé un rumbo claro a las telecomunicaciones de nuestro país es vana.
Yo me pregunto qué caso tiene así mantener una Cofetel separada de la SCT. Si lo que quiere el secretario Molinar Horcasitas es controlar personalmente todas las decisiones de la Cofetel, más sentido tendría eliminar este órgano y dejar toda la regulación dentro de la estructura interna de la SCT. Por lo menos así los ciudadanos pagaríamos menos en burocracia.
Pero no. La idea al parecer es mantener una Cofetel que dé la impresión de ser independiente, pero que funcione como títere desde la SCT. Así son las cosas siempre en México. Los políticos juegan con las instituciones como si fueran su propiedad personal. En eso los gobiernos del PAN no han sido diferentes a los del PRI.
Sólo hay algo más lamentable que un diputado que apuesta su curul como si fuera una posesión personal. Se trata de un diputado que, habiendo perdido esa apuesta pública, se niega a cumplir lo prometido. Deudas de juego son deudas de honor. Pero diputados como el priista Héctor Pablo Ramírez Puga no parecen tener mucho honor.