L A muerte de dos mexicanos a manos de agentes de la patrulla fronteriza estadounidense ha puesto de manifiesto en días recientes la creciente hostilidad que de aquel lado de la frontera existe contra nuestros paisanos, así como el riesgo de que la violencia, una vez desatada, sea difícil de controlar y acotar.
No conozco aún las medidas disciplinarias o judiciales que las autoridades de Estados Unidos vayan a aplicar a los agentes involucrados en el violento sometimiento que condujo a la muerte de Anastasio Hernandez en California ni al balazo en la cara que recibió el adolescente Sergio Adrián Hernández en territorio mexicano cuando un agente de la Border Patrol le disparó para repeler "una agresión con piedras" de parte del propio Sergio Adrián y sus compañeros.
Lo que sí me queda claro es que estos dos homicidios no son incidentes aislados ni mucho menos accidentes o excesos individuales por parte de agentes excesivamente celosos de su deber, sino que parecen responder a la creciente confianza que algunos políticos, servidores públicos y miembros de las fuerzas del orden en Estados Unidos sienten cuando aplican "mano dura" a los mexicanos o a lo que tenga que ver con México.
El clima adverso no es producto de la casualidad o de una coyuntura. Coincide con una ya prolongada tendencia de la cobertura informativa y la postura editorial de muchos medios estadounidenses que podríamos catalogar de derecha radical, que han hecho de la xenofobia y la satanización una herramienta por demás atractiva y útil no sólo para satisfacer a su público y aumentar sus ventas, sino también para beneficiar a aquellos políticos que comparten sus ideas (si es que así podemos llamarlas) y sus posturas extremas que van más allá de los temas migratorios y abarcan otras muchas esferas de la vida pública de Estados Unidos.
Esa corriente, que siendo amables podríamos llamar insensata y que algunos calificarían de insana, es decir demencial, está fortaleciéndose con cada día que pasa en Estados Unidos promoviendo toda suerte de teorías de conspiración y animando a un sector creciente que piensa que su país está bajo ataque desde dentro más que desde fuera, que su presidente no los representa y que los ilegales y los extraterrestres (coincidentemente a ambos se les llama "aliens" en inglés, sólo que los humanos son "ilegal aliens" y a los marcianos nadie los acusa de violar la ley) están poco a poco adueñándose de la nación más poderosa del mundo.
Para muestra, un botón: de acuerdo a una reciente encuesta de la reputada firma Harris, una proporción importante (32%) de los estadounidenses tiene la impresión de que Barack Obama, es musulmán; el 25% cree que no nació en Estados Unidos y por lo tanto no debería ser el presidente; un 23% lo considera anti-americano y, lo más impresionante, el 14% de los encuestados (y el 24% de los republicanos) cree que Barack Obama es el Anti-Cristo. Si eso piensan de su propio presidente imagínese lo que creerán de nosotros...
Si sumamos a los loquitos con los racistas y con los oportunistas, tenemos un auténtico caldo de cultivo que puede resultar, y ya lo está haciendo, en uno de los climas más adversos a los intereses mexicanos en Estados Unidos en décadas. La deteriorada imagen de México, que acusa golpes todos los días por las noticias generadas por la guerra contra e narcotráfico, pero sobre todo por las evidencias ubicuas de la corrupción e ineficacia que nos agobian es aprovechada por quienes quisieran crear una suerte de movimiento de lo nativo, paradoja de paradojas pues los únicos nativos que realmente tiene Estados Unidos viven predominantemente en reservaciones.
En fin, lo cierto es que México debe prepararse para tiempos malos en Estados Unidos A las resistencias a debatir una reforma migratoria en serio se añade la Ley Arizona; a las preocupaciones por la violencia de nuestro lado de la frontera se suma la impunidad jurídica y/o política para quienes agreden a los nuestros; y a todo ello se agrega uno de los puntos más bajos de influencia y peso específico de México en los centros de poder estadounidenses.
La reciente visita del presidente Calderón a Washington fue positiva y afortunada, pero mal haríamos en creer que con eso basta para revertir una tendencia que ya viene de antes y que solamente se acrecienta con el paso del tiempo.
"México" y "mexicano" se están volviendo malas palabras en Estados Unidos. Más vale que hagamos algo al respecto mientras todavía queda tiempo.
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