La muerte de Alejo Garza Taméz a manos de un grupo criminal que lo asesinó para despojarlo de su rancho en el Estado de Tamaulipas, nos interpela a todos los mexicanos, por nuestra falta tanto de espíritu solidario, como de talento organizativo para enfrentar la adversidad.
Desde su posición en solitario Don Alejo asume la postura de no negociar con delincuentes aunque en ello le vaya la vida, y en ese sentido está en sintonía con la política del presidente Felipe Calderón y con el Ejército Mexicano.
Por supuesto que el caso Garza Taméz obliga a preguntar en dónde estaban el Gobierno de Tamaulipas y el Gobierno Federal cuando ocurrió el ataque de los sicarios al rancho de su propiedad, pero también fuerza a cuestionar sobre el paradero de los vecinos de Don Alejo, que por razones de elemental sobrevivencia, se esperaba que acudieran en su apoyo, bajo el principio "hoy por mí, mañana por ti".
La falta de cohesión institucional de nuestros tres niveles de gobierno, es un reflejo de la falta de solidaridad y talento organizativo de nuestra sociedad. Por ello la gesta en solitario cuyo comentario nos ocupa es aventurada y su elogio desprovisto de crítica resulta irresponsable, porque sin dejar de reconocer el valor que se requiere para enfrentar al enemigo en la forma en que lo hizo Don Alejo, cualquier esfuerzo que se haga en ese sentido, debe ofrecer al menos una posibilidad de éxito.
Quienes aislados y desorganizados hemos permanecido inmóviles frente a los criminales que matan, secuestran o despojan a nuestros vecinos, amigos entrañables o simples conocidos, justificando nuestra apatía por ser asunto del gobierno y de la policía o por suponer que las víctimas andaban metidas en algo turbio, debemos aceptar que si persistimos en nuestra actitud, tarde o temprano caeremos en solitario, porque todos somos Don Alejo.
Don Alejo no es un avaro que prefiere morir antes que perder sus bienes materiales por apego a éstos. Es un hombre que sabe que su patrimonio adquirido en forma legítima, conservado y acrecentado como fruto del trabajo propio y de sus ancestros, no le pertenece en exclusiva. Sabe que su poca o mucha riqueza tiene una función social que hace indispensable su defensa, frente a depredadores que no sólo vienen por las rutas comerciales del narcotráfico ni se conforman con apoderarse de bienes materiales, sino que buscan la rendición sumisa e incondicional de sus víctimas y el poder total que hoy día disputan al Estado Mexicano.
Cuando ocurre el despojo de bienes que con esfuerzo se han logrado consolidar, como parte de una riqueza personal o familiar que en su conjunto deviene pública; si tal despojo se vuelve sistemático, están amenazados no sólo los bienes materiales, sino nuestras libertades más preciadas además de la dignidad y la honra sin las cuales, la vida no vale la pena ser vivida.
La principal enemiga que tiene la defensa de nuestra Patria en estos momentos aciagos, es la ambición política de partidos y facciones que apuestan al fracaso del Gobierno Federal en su lucha contra los cárteles de la droga, y especulan con la posibilidad de apoderarse de los despojos y llenar los vacíos resultantes.
En la fase del discurso ya comienza a reconocerse como acertada la política de no negociar con el crimen sostenida por el Gobierno de Felipe Calderón, por parte de políticos tan disímbolos como Marcelo Ebrard, Enrique Peña Nieto o Carlos Salinas de Gortari sin embargo, tal reconocimiento se percibe más como producto del frío cálculo que del respaldo comprometido. Falta que los políticos y los ciudadanos comunes de este país, cerremos filas con el Presidente y el Ejército en torno a la defensa de nuestra sociedad e instituciones, antes de que todos, uno por uno, caigamos como Don Alejo en solitario.
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