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Nada nuevo

LUCRECIA MARTÍNEZ

Un encabezado de periódico local anunciaba, "Plusvalía a la baja en el Centro de Torreón"; a lo que valdría la pena agregar, autoestima a la baja, nacionalismo a la baja, nivel de vida a la baja, etc. Lo único a la alta, son los delitos, los entierros, los hospitalizados, los daños "colaterales" y la obesidad.

Es una verdadera tristeza cómo los nacidos en los cuarenta-cincuenta, hemos sido testigos de una desintegración dentro de nuestro cómodo mundo en el que vivíamos, en lo que lo mismo el estado como la vida social se ven amenazados de disolución.

Se afirma que no hay nada nuevo bajo el sol, y que los ciclos por los que ha pasado la humanidad se repiten regular y puntualmente, de alguna manera se nos presentan situaciones que podrían ser de la Edad Media; grandes fortalezas y ejércitos privados que garanticen la seguridad de quienes los contratan, muchos reinos dentro de un país en el que gobierna un emperador que no obedece nadie y que si se descuida lo envenenan o le clavan un puñal. Inmiscuidos todos siempre en guerra por el predominio y la búsqueda de tributos; ahí peleando unos contra los otros, se fueron y se van las grandes riquezas y el pueblo de antes y de ahora ajeno, pensando que ya no puede ser peor, se predice que el fin del mundo ya se acerca, como ahora afirman, en el 2012.

Para muestra de lo anterior, voy a transcribir por mera curiosidad un dato: la Crónica de Malalas, una suerte de periódico que se publicaba en Constantinopla hace ya más de mil años aparte de las noticias de guerra, encontrará artículos semejantes a estos:

"Se abre un fondo para ayuda a los prisioneros de guerra. Generosa respuesta al llamamiento", "Portentosa exhibición de estrellas fugaces. ¿Qué es lo que presagia?", "La demora de las leyes: castigo ejemplar a los abogados inmorales", "Horrible escándalo en la Iglesia, acusaciones contra conocidos obispos" (N. H. Baynes, "El imperio Bizantino") y la lista puede ser interminable.

Somos los mismos, antes y hoy, nuestra tecnología ha avanzado a sitios inimaginables, el humanismo se ha quedado rezagado. Lo nuevo bajo el sol a lo que nos enfrentamos las nuevas generaciones aparte de la obesidad sería el stress y la depresión. Verdadera marca actual que está creciendo como una epidemia; se afirma que cuando menos el diez por ciento de las ausencias al trabajo es por depresión y nuestra ciudad al menos en índices de gordura se lleva el primer lugar; como decía un niño "tan siquiera" en algo somos los primeros.

¿Por qué se deprime la gente? Difícil pregunta para la que puede haber mil respuestas, desde falta de litio hasta frustración; el cúmulo de malas noticias que oímos y leemos, la generalizada desesperanza; la impotencia, la fábrica de sueños que nos da la publicidad y que no podemos obtener, la religión que también va a la baja, se busca la felicidad en este mundo, no queremos esperar el otro, porque "quién sabe si haya" hemos perdido la felicidad y la dignidad personal, casi todo aquello en lo que creíamos se ha venido abajo.

Y ¿por qué esa obesidad enfermiza? Por los refrescos, dicen unos, por las harinas, dicen los otros; yo diría que por los cambios de los hábitos en la alimentación en muchos casos, debido a que las madres también trabajan y la comida se compra, se convirtió en status y obligación que los niños lleven dinero a la escuela, en vez de un desayuno que lo alimente y a que coma al regreso a su casa, tampoco media hora de ejercicio es la solución, antes no se hacía ejercicio ni en la escuela ni en ningún otro lado, sólo que caminábamos más y la gran mayoría no llevábamos dinero. La palabra nutriólogo era desconocida, nadie hacía dieta y eran pocos los obesos, sobre todo niños. ¿Estarán también deprimidos?

Es urgente elevar la dignidad social, el orgullo personal, prevenir; combatir éstas, haciendo proyectos mancomunadamente, pequeños pasos que nos den pequeñas victorias, luchando por nosotros y contra nosotros mismos, creando una inteligencia y una corresponsabilidad ciudadana, a pequeña escala, local, en nuestras casas, lugares de trabajo, escuelas, etc. No esperar a ver qué campaña se hace a nivel estatal o federal; hacer lo propio. Volver a lo básico, agua, poca azúcar, poca harina, convivir con la familia y los amigos. Convencernos que valemos por lo que somos no por lo que tenemos, y seremos lo que queramos, si estamos deprimidos, reconocerlo, buscar ayuda, y luchar, siempre luchar por salir adelante.

La historia nos demuestra que la determinación, solidaridad y el ejemplo en una comunidad hace el cambio, actuar antes que el próximo ciclo nos alcance.

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