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Natividad

Diálogo

YAMIL DARWICH

Indudablemente, la Navidad, es tiempo de paz y reencuentro; época del año en que las personas sacamos lo mejor de nosotros mismos para compartir con los seres queridos y fortalecer los vínculos de afecto que a ellos nos ligan.

La razón: el festejo del nacimiento de Jesús y sus trascendentes enseñanzas que ponderaron los valores del mundo, particularmente los occidentales.

Los evangelistas, nos dejaron una bella historia del nacimiento, en una cueva destinada al albergue de animales domésticos, a la que acudieron reyes y personas comunes.

Una buena idea sería releer en familia esos pasajes; le aseguro que se fortalecerán anímicamente.

Sin embargo, existen otros textos no autorizados, denominados "apócrifos" -oculto o escondido- que consisten en narraciones no autorizadas por la Iglesia Cristiana, que fueron rechazados por el racionalismo de la ilustración y luego reivindicados por el romanticismo.

En la actualidad, son considerados mitos o cuentos sin fundamento histórico, que en mucho sirven para entretener a los niños con historias bellas y fomentar el amor a Jesús.

Le comparto algunos párrafos de la natalidad y la infancia, insistiéndole que son sólo historias escritas por creyentes de los primeros siglos del Cristianismo.

Santiago el menor, fue al parecer -algunos lo dudan- quien escribió el protoevangelio, mencionando a Joaquín y Ana, padres de María, probablemente en el siglo II; narra que José, piadoso, entregó a su hija al servicio del templo desde los tres años de edad y ella, una vez regresada a la casa, con alrededor de 14 años de vida, recibió el mensaje de un ángel: "no temas, María, pues has hallado gracia ante el Señor omnipotente y vas a concebir por su palabra".

Más adelante, describe el prodigio del nacimiento de Jesús, que durante el parto iluminó con una luz cegadora la cueva que le daba cobijo a María, provocando la admiración de la partera, que al narrarlo a Salomé -otra comadrona-, ésta lo negó, diciendo "...por vida del Señor, mi Dios, que no creeré tal cosa si nos es dado introducir mi dedo y examinar su naturaleza", refiriéndose a la virginidad de la madre de Dios, recibiendo como castigo, una lesión en la mano utilizada, para luego ser perdonada, curándola un ángel.

Otro escrito corresponde a la reelaboración del protoevangelio de Santiago, escrito por un tal pseudo-Mateo, que sugieren pertenece al siglo VI, refiriendo que, al filo de la medianoche, algunos pastores afirmaban "...haber visto ángeles del cielo que cantaban himnos y bendecían al Dios del cielo. Éstos anunciaban asimismo que había nacido El Salvador..."

En una reelaboración del evangelio del pseudo-Mateo, base de muchas historias de la edad media, se leen escritos sobre las dudas de José, al que se le apareció un ángel en sueños diciéndole "José, hijo de David: no temas por que en lo que ella ha nacido y es ahora causa de angustia para tu alma no es obra de un hombre sino del Espíritu Santo..."

Para el siglo XIX, aparecieron otras muchas emocionantes historias, entre ellas, una "Sobre la infancia del Salvador", que narra hechos maravillosos durante el nacimiento, incluyendo la luz cegadora y la adoración ofrendada por los Reyes Magos, que afirmaban: "hemos visto en el cielo la estrella del Rey de los Judíos y hemos venido a adorarle..".

Pseudo-Tomás, diferente al evangelio gnóstico de Tomás, narra historias de la infancia de Jesús y probablemente pertenece al siglo II; cuenta que a los cinco años, jugando Jesús, en el cauce de un arroyo después de llover, hacía masas blandas de barro modelando pajaritos en día sábado.

José lo reprendió diciéndole:

-"¿por qué haces en sábado lo que no está permitido hacer?"; "... mas Jesús batió sus palmas y se dirigió a sus figurillas gritándoles:

-"¡Marchaos! y los pajarillos partieron volando, gorjeando" .

El mismo pseudo-Tomás, habla de lo maravillados que terminaban aquellos a quienes José les pedía enseñaran a Jesús, entre ellos Zaqueo, quién oyó la exposición del niño acerca de las alegorías del alfabeto, quedando desconcertado ante la erudición diciendo:

-"¡ Ay pobre de mí!, no sé qué hacer, pues yo mismo me he procurado la confusión al traer junto a mí a este muchacho".

Más adelante, narra cómo uno de los muchachos con quienes jugaba, cayó de lo alto de una azotea, muriendo.

Los padres del difunto le culpaban y él lo negaba: "dio un salto entonces Jesús desde arriba y se puso a gritar a grandes voces "¡Zenón! - así se llamaba el rapaz - levántate y respóndeme: ¿he sido yo el que te ha tirado?" el muerto se levantó al instante y dijo: → "No, señor, tú no me has tirado, sino que me has resucitado".

Quedan otras muchas historias por recordar, orientadas a reverenciar a Jesús, el mismo Dios al que siglos después seguimos alabando. ¡Felicidades!

Ydarwich@ual.mx

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