Dolor. A más de dos meses, Haití se ve como el primer día.
SEGUNDA DE DOS PARTES
"Niños descalzos pidiendo a gritos agua por las calles; hospitales, escuelas, casas y demás, todos reducidos a escombros de pequeño tamaño... no alcanza la mirada para ver la destrucción, no puedo más que pensar en la gente que allí murió y los cadáveres que aún están entre las ruinas".
Ricardo Gracia Valenzuela narró su sentir a una semana de arribar desde Haití, donde junto a Ali Vega Maturino prestó sus servicios como socorrista de la Cruz Roja en Misión Haití.
EL PRECIO DE LA DESGRACIA
Francisco Miguel Vargas Gámiz, Alejandro González y Luis Alfonso Espinosa, de 25, 23 y 27 años de edad, respectivamente, fueron los primeros testigos duranguenses de cómo trataban de sobrevivir los haitianos, en un país carente de todo.
Los naciones aportan ayuda en diferentes rubros; México y Colombia se encargan de la tarea del voluntariado, repartición de víveres y agua. España trabaja en nuevos programas de ayuda; por su parte, Italia aporta la infraestructura y tecnología, ha llevado camiones con señal satelital.
Estados Unidos reparte plásticos y lonas, se encarga de la logística, así como de la seguridad; como antecedente, ninguna estructura gubernamental de Haití está en pie.
A Puerto Príncipe llegaban cientos de barcos con 800 toneladas de comida, mismas que debían llevarse a la población. Se requiere pagar combustible y un chofer para que los camiones muevan la mercancía.
Entre la desgracia y el envío de distintos materiales también llegó el incremento de precios. El combustible es seis veces más caro que en México; sin embargo, es un gasto necesario.
El agua embotellada que se recaudó en el país cuesta alrededor de un peso con cincuenta centavos al mayoreo; en Haití alcanza los siete pesos.
"La gente se pregunta a dónde se van sus donativos, el agua y la comida que donó", dijo Francisco Miguel. Están en aquel país; incluso, reconocieron los cargamentos que salieron de Durango. El efectivo cubre gastos operativos y la gasolina.
La sede nacional de Cruz Roja envió 22 mil casas de campaña. Por lo pronto no se requieren víveres, para que no caduquen.
HUELLA EN LA VIDA
Cuando les dijeron que ya volverían a México se sintieron contentos por estar con su familia y amigos; pero también pensaron "todo sigue igual" (que cuando llegaron), y sentían ganas de llorar frente a una sociedad destruida. La ayuda humanitaria siempre será insuficiente.
Era la sensación de dejar a los nuevos amigos, de una vez más recorrer la ciudad rumbo al aeropuerto, sin mejoras. "Muchos (voluntarios) cayeron por enfermedad", dijo Luis Alfonso. No todos soportaron las condiciones salubres, ambientales y emocionales de Haití. Requerían de dos días para recuperarse.
Los tres duranguenses forman parte del directorio nacional de Cruz Roja para la ayuda en desastres. Están dispuestos a regresar a Haití o ir a cualquier parte, "está temblando en todo el mundo", recalcó Francisco Miguel .
Después de 32 días en la isla, una vez en sus casas, no podían dormir en la cama. Alejandro tomó su cobija y descansó en el suelo.
"Sin comentarios... sólo eso", fueron las palabras de Alfonso para transmitir cómo le cambió la vida Misión Haití. Aunque reservado, fue puntual al referir que después de estar allá se dieron cuenta de que "hay un mundo afuera" y la visión que a veces se tiene de la vida y las tragedias es corta.
LECCIÓN
Alejandro valoró la familia y las comodidades de su hogar, la comida, el agua y hasta los hielos, porque éstos son lujos de los que Haití no goza.
Para Miguel la vida cambió y está deseoso de participar en otras misiones, confía en las personas.
Su silencio por momentos y la manera en que se miraban entre ellos delataba la respuesta para describir cómo era Haití.
