El sentarse frente a la computadora cada viernes por la tarde, es un asunto de disciplina.
No importa si no hay temas a tratar o si estás de ánimo para medio pergeñar unas líneas. El editor no espera o más bien desespera si la colaboración tarda.
Tampoco sé qué paso por la mañana, aunque sí sé que en un momento dado me invadió una cierta tristeza surgida sabrá Dios de dónde.
Los recuerdos de tiempos idos, la necesidad de un abrazo cariñoso o los recuerdos de seres muy queridos que ya se han marchado, alteraron mi estado de ánimo.
Y para colmo, me puse a escuchar tangos. No hay canciones más trágicas y tristes que los tangos.
"El Último café, Caminito, Cambalache y Volver", hacían más difícil el retomar un buen ánimo.
Pero yo aprendí muchos tangos escuchando a mi padre cantarlos.
"Vieja pared del arrabal", que no es otra cosa que cualquier pared del viejo barrio donde uno creció y en la que se recargaba cuando, por alguna travesura, no podía uno entrar a la casa sin exponerse a una regañada de Padre y Señor mío.
"Volver, con la frente marchita, las nieves del tiempo pintaron mi sien".
Es ese pretender retornar a un pasado lleno de aventuras y pasiones, que ya no podrá ser. Y se aferra uno a los amores y las sensaciones hermosas, porque no acepta que su tiempo ha pasado.
Vida injusta que te da todo cuando no tienes nada y te quita todo cuando te da de más.
"He llagado hasta tu casa, yo no sé cómo he podido, si me han dicho que no estás, que ya nunca volverás y no sé dónde te has ido".
Los lugares donde nos enamoramos se van desmoronando con el tiempo. Y entre sus ruinas se llevan recuerdos que, la nostalgia terca, nos trae de la memoria sólo para mortificarnos.
La antigua Alameda de inacabados juegos infantiles es ahora frecuentada por otros niños que, subidos a un carrusel, sueñan con viajes maravillosos y largas cabalgatas en inamovibles caballos.
Dice Serrat, que: "Cuando la llama de la fe se apaga y los doctores, no hallan la causa de su mal, señoras y señores...", Debe uno seguir la ruta del perfume a curros, de los algodones de azúcar y por supuesto la del carrusel y en él encontrarás de nuevo la sabia de la vida.
Pero yo sigo triste y no tenía la menor gana de escribir una línea. Pero la disciplina obliga y me ha de dispensar usted, que lo meta en una lectura tan deshilvanada.
Para colmo, escribo contrarreloj. Un compromiso a hora fija me orilla a ello.
Quizá viendo bailar a Mari Tere e Isabel, logre deshacerme de este estado de ánimo. La danza es una expresión de las bellas artes y éstas siempre suelen reconfortar.
"Ladrillo está en la cárcel, el barrio lo extraña, sus dulces serenatas ya no se oyen más". Sí en efecto, la cárcel siempre es triste y no necesita ser obligadamente un cuarto con rejas, porque también hay cárceles mentales.
Es como caer en una telaraña, que aun con finos hilos, nos atrapa y sujeta.
No quiero escribir más. Porque entre más escribo, más me deprimo. Por esta vez, las líneas no me liberan, sino que me enredan más.
Dejemos la pluma en el tintero y vayamos a otra cosa.
Por lo demás: "Hasta que nos volvamos a encontrar que Dios te guarde en la palma de Su mano".