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NUESTRA SALUD MENTAL

DR. VÍCTOR ALBORES GARCÍA

CAPÍTULO ESTATAL COAHUILA DE LA ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA MEXICANA

(DÉCIMA TERCERA PARTE)

LA CONSTRUCCIÓN DE LOS PUENTES

Naturalmente que las buenas intenciones vienen a ser una fracción muy importante e inseparable de los buenos proyectos, cuando realmente deseamos construir puentes no sólo para un beneficio personal, que de una u otra forma siempre hay una dosis de ello, sino también en pro de los demás, como un puente que llegue hacia ellos para facilitarnos una mejor interacción y comunicación. El actual proceso de repavimentación de la ciudad no es una excepción y por lo mismo, lleva consigo una mezcla de todo: el beneficio personal, las buenas intenciones, con el deseo de facilitar una buena comunicación con los ciudadanos, a la vez que una mejor y más eficiente comunicación vial para todos, algo que definitivamente representa una necesidad indispensable en cualquier tipo de conglomerado humano que presuma de autodenominarse ciudad y de existir como tal dentro de la modernidad de nuestro siglo. Este proceso avanza conforme avanzan los días y las semanas, disfrazando y cubriendo de asfalto los despojos, escombros y desperdicios que han caracterizado las calles y avenidas de nuestra comarca en los últimos años a uno y otro lado del río. Y sin embargo, es una lástima el darnos cuenta todavía de las importantes dificultades que tenemos no sólo en esta región, sino en la mayor parte del país para integrar a nuestra educación y a nuestra cultura ese necesario y benéfico hábito o práctica, que viene a ser el uso de señales y de señalamientos como un sistema indispensable para la interacción y la comunicación humana. Al parecer, padecemos de cierta resistencia para aprenderlo y utilizarlo, de forma que a pesar de nuestros esfuerzos, aún no lo hemos superado del todo, lo que posiblemente se relacione con nuestros todavía altos niveles de analfabetismo, así como a los importantes problemas y conflictos que padecemos dentro de nuestro sistema educativo.

Las buenas intenciones en un proyecto tan fundamental e indispensable como es el de la actual repavimentación de nuestra ciudad, también deben complementarse con las buenas intenciones en cuanto a la planeación, la organización y la señalización necesarias. Es ahí donde se puede utilizar este ejemplo, aparentemente muy simple, pero a la vez muy ilustrativo sobre el hecho de cómo a pesar de existir esas buenas intenciones para "rescatar la ciudad", el proceso en sí se ha convertido actualmente en una insólita y sorpresiva bienvenida de enormes y ruidosas maquinarias amarillas y de pobladas cuadrillas de overoles ennegrecidos y anaranjados que nos confrontan sin ningún aviso, ni preparación alguna cuando circulamos y alcanzamos cierto punto de tal o cual calle o avenida, o cuando confiadamente doblamos esquinas que rutinariamente acostumbramos en nuestros caminos cotidianos. Es ahí donde detectamos las fallas en nuestros sistemas de señales, puesto que no existen avisos preventivos que nos preparen y nos orienten con cierto grado de anticipación para dirigirnos y utilizar otras vías alternas, lo cual definitivamente solucionaría esos consecuentes embotellamientos caóticos y ruidosos, además de que ayudaría a prevenir los accidentes "en carambola" que con tanta frecuencia se producen. Sí no existe el suficiente presupuesto para tales señalamientos, al menos se podría echar mano de los agentes de tránsito para que desde varias cuadras antes pudieran alertar, y verdaderamente orientar y educar a los conductores, funciones básicas y supuestamente reglamentarias como parte del oficio, pero que realmente parecen desempeñar en un mínimo porcentaje. Definitivamente su presencia, sus habilidades y su trabajo formal ahí sería mucho más útil y benéfico para lograr un mejor orden en el de por sí caótico tráfico citadino, que empeora especialmente ante tales circunstancias en las que se carece de señalamientos, y donde tampoco existen agentes de tránsito que sepan resolver tales problemas. Desde siempre, estamos acostumbrados a verlos pasar en sus motocicletas o en sus autos, en esas sólitas funciones cotidianas de cacería y de acecho más que en las que se supone deberían ser sus verdaderas funciones en cuanto a la orientación y al orden en la circulación vehicular, y en cuanto a su rol como educadores. Es importante subrayar que la forma, el estilo, el orden y la señalización que ayuden al como se lleve a cabo la circulación en cualquier núcleo urbano, tiene un impacto formidable en la salud mental de quienes ahí residan.(continuará).

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