CAPÍTULO ESTATAL COAHUILA DE LA ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA MEXICANA
(DÉCIMA OCTAVA PARTE)
Y la Semana Santa nos alcanzó finalmente al iniciarse este mes de abril, una vez que marzo desapareció rápidamente del calendario; algunos dirían que sin dejar muchas huellas, pero otros lo negarían y responderían que fue todo lo contrario. La realidad del caso es que al igual que en años anteriores, la ciudad se encuentra más solitaria y semidesértica, porque con o sin esa crisis económica que siempre nos acompaña y a la que ahora se ha añadido la de violencia, que también forma parte ya de nuestra cotidianeidad, mucha gente ha abandonado la región, o se ha encerrado en sus casas, en los parques o en los templos. La Semana Santa y la de Pascua suelen convertirse en un buen porcentaje de los casos, sobre todo para la población estudiantil y magisterial, en un imponente par de robustos puentes, construidos tradicionalmente a todo pulmón a lo largo de los años y que precisamente facilitan ese éxodo de los habitantes. Ello no sólo sucede en nuestra comarca como estamos tan acostumbrados a verlo, sino también a lo largo y ancho de todo el país, muy independientemente de los motivos religiosos y simbólicos que en el fondo representan la celebración de estas fechas, al igual que las de muchas otras fechas durante el año, que igualmente se convierten en puentes sin una identidad clara, o que en el fondo ni siquiera importa el o los motivos.
Es curioso como ante esta ausencia del tráfico tan denso y en ocasiones tan enloquecido al que estamos acostumbrados, y que en estos días tiende a retomar un ritmo más suave y más tranquilo, el pavimento parece ensancharse y hacerse más gris, y las calles se tornan más notorias ante esta soledad, como si estuvieran más presentes y nos percatáramos más específicamente de su existencia. Es también interesante que hasta esa multitud de enormes y coloridos autobuses urbanos, o igualmente los pequeños y acelerados taxis, se desplazan a un ritmo diferente y menos desbocado al que usualmente transitan durante los demás días. Alguien me preguntó la semana pasada el porqué en mi descripción de los diferentes vehículos que circulan por nuestras calles, no había incluido precisamente a los taxis y a los autobuses urbanos, ya que son ellos quienes constituyen una mayoría tan importante, voluminosa y en muchas ocasiones agresiva en ese diario danzar de nuestro tráfico. Pero me parece que ellos pertenecen a otra variedad de fauna dentro de la circulación, una especie muy diferente a la de todos los mencionados el domingo pasado en esta columna, a pesar de que en el fondo todos nos involucramos y nos mezclamos indistintamente en ese remolino tan caótico, tan contrastante y tan diferente al que nos enfrentamos en estos días santos.
Precisamente, y a propósito de ese caos habitual al que me refiero, es posible darse cuenta que a pesar de la larga presencia estos puentes que invitan al ocio, al descanso y a la inercia, o por el contrario al acelere impulsivo y a la huída en bandada, ese proceso paulatino de repavimentación de la ciudad continúa. Pero aún más interesante todavía y además complementario, es que varias de las avenidas principales que ya están listas, están siendo adornadas y trazadas con esa tan necesaria señalización que busca facilitar la circulación así como una comunicación más adecuada entre todos aquellos quienes formamos parte de la fauna vehicular, y que tendemos a saturar desordenadamente y sin reglas nuestras calles, producto de nuestra ausencia de disciplina e insuficiente o nula educación vial. Las consecuencias desgraciadamente, no sólo tienen que ver con el tipo de accidentes tan obviamente visibles, que ocurren con gran frecuencia y que dejan daños personales y materiales importantes, sino que además tenemos que afrontar a la vez efectos y consecuencias perjudiciales en lo que concierne a nuestra salud mental. Al igual que sucede en la mayoría de ciudades del mundo que enfrentan problemas viales semejantes, el estrés ambiental secundario al estilo en que circulamos por las calles, se ha convertido en nuestra época en uno más de esos factores generadores de altos niveles de ansiedad, y que sin embargo, pocas veces detectamos como tal, puesto que a la larga ya forma parte de nosotros mismos y de nuestras rutinas cotidianas (Continuará).
Asociación de Psiquiatría y Salud Mental
De La Laguna A.C. (PSILAC)