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NUESTRA SALUD MENTAL

LA CONSTRUCCIÓN DE LOS PUENTES

VÍCTOR ALBORES GARCÍA

ASOCIACIÓN DE PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA, A.C. (PSILAC) CAPÍTULO ESTATAL COAHUILA DE LA ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA MEXICANA

Y mientras, la lluvia nos ha perseguido tenazmente llovía tenazmente, y las calles y avenidas de nuestra comarca se han inundado de orilla a orilla al estar más acostumbradas al polvo y a las tolvaneras que al agua, desprovistas de un efectivo sistema de drenaje que nos proteja; y los servicios eléctricos y telefónicos se han venido abajo. Por otro lado, las flamantes y elegantes líneas blancas y amarillas que han requerido del gran esfuerzo de tantos trabajadores en los meses anteriores, al intentar rediseñar un sistema de señalización más efectivo y práctico como sucede en otras ciudades, han empezado a desaparecer bajo la lluvia, el lodo y el tráfico incesante. Lo mismo está sucediendo con esas capas de pavimento que también dinámicamente máquinas y trabajadores han tratado de cubrir como parte de todos los estragos sufridos por nuestras calles y avenidas en los años anteriores, Y sin embargo, una vez más las aguas han dejado al descubierto esas miserias a las que estamos acostumbrados los laguneros, en forma de baches, hoyos de mayor o menor tamaño, así como hendiduras peligrosas y amenazantes para los vehículos y las personas. ¿A cuál Alex podemos responsabilizar de ello, al hijo de la Naturaleza que aparece en forma de tormentas físicas, o al otro, a quien representa las tormentas políticas; al poseedor de las lluvias torrenciales o al dueño de materiales de tan dudosa calidad? El hecho es que en todo este primer semestre del año, apenas se ha alcanzado a ordenar y recuperar un cierto porcentaje urbano, mientras otro todavía alto porcentaje permanece pasivamente a la espera. Aquel bullicio y ruidosa actividad de las grandes máquinas amarillas y de los ejércitos de trabajadores con chalecos de colores se ha esfumado, o al menos se ha limitado en forma importante, como si se hubiera apagado ese entusiasmo inicial. Parece que así ha sucedido con ese amplio y ambicioso proyecto de pavimentación y señalización total de la ciudad, detenido o limitado en forma súbita, para dar paso a otro nuevo y todavía más dinámico y ambicioso proyecto, aunque cuestionablemente menos práctico y necesario. Así pues, y en ese muy especial estilo regiomontano, se ha decidido que el contar también con una Macroplaza, es una imperiosa prioridad lagunera, algo que venga a satisfacer el clamor popular. Es así entonces, como han volado todos aquellos vejestorios que sobraban en los vetustos locales de un Mercado Villa, sin agravar a su persona por supuesto y menos en época de bicentenario, pero que aparentemente ya nada tenía que hacer en ese sitio. Igualmente se despidieron del ochentero o noventero y poco agraciado edificio de la presidencia municipal, poseedor de una cuestionable identidad arquitectónica, que también al parecer cayó en desuso y debía ser rescatado, al igual que todos los demás inmuebles del vecindario, que han pasado entonces a ocupar sitios especiales en los anales y archivos de la historia lagunera.

¿Serán acaso estos los indicios y señales de una nueva época, los fuegos artificiales que asociados a los que ya ocurren cotidianamente en nuestras calles, anuncian enfáticamente y vienen a marcar ese nuevo estilo y humor específico característico del partido tricolor, con los que busca festejar el cada vez más próximo aniversario de un bicentenario? Aún sin saberlo, pero lo podemos intuir y husmear paralelamente, vemos como en este año se va perfilando una cierta...fiebre de construcción de muy diferentes y variados puentes en nuestra ciudad, todos a la vez, a pesar de que todavía no se ha logrado terminar con el primer proyecto, que es tan ambicioso y requiere de mucho más tiempo y recursos de todos tipos para ser llevado a cabo. Nuestra historia comunitaria nos ha enseñado con el tiempo la evolución de esa fiebre incesante e impulsiva de llevar a cabo muchos proyectos a la vez, algunos que son necesarios y por ende tienen más sentido, pero otros que son totalmente innecesarios, y que solamente engullen recursos económicos con los que no contamos. En cierta forma, existe esa tendencia en nuestra cultura, de cómo el brillo y el oropel nos llegan a impactar, al grado que nos perdemos en sus luces, y nos dispersamos en demasiados proyectos, en demasiadas actividades, en demasiados puentes que deseamos construir a la vez, sin que necesariamente tengamos la capacidad, y sin que nos logremos organizar para planearlos en una forma más lógica, racional y práctica. Quizás se trata del producto de nuestro entusiasmo, de ese flechazo inicial de enamoramiento, de nuestra ambición desmedida, de nuestra necesidad de gastar todo lo que tenemos en las manos aún sin importar las consecuencias, de nuestra necesidad de improvisar, de impresionar a los demás, de figurar, de demostrarle al mundo, de proyectar esa cierta imagen especial, independientemente de los beneficios del proyecto. A la larga el riesgo estriba en descuidar nuestros recursos de todo tipo, para encontrarnos al final con que nos les pusimos la suficiente atención, ni le invertimos la mejor calidad a uno y a otro. Al final, si es que llegamos a ese momento, los resultados tampoco serán del todo satisfactorios. Si revisamos nuestra historia comunitaria a través de los años y de los diferentes períodos de gobierno municipal, podremos constatar esa lección, pero igualmente sucede en tantos casos personales e individuales, en los que inconscientemente nosotros mismos nos bloqueamos con tantos proyectos, sin llegar a alcanzar los objetivos que planeábamos (Continuará).

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