Asociación de Psiquiatría y Salud Mental de La Laguna A.C. (PSILAC)
CAPÍTULO ESTATAL COAHUILA DE LA ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA MEXICANA (TRIGÉSIMA SEGUNDA PARTE)
Independientemente del gusto por imitar o de nuestra capacidad de crear, o de reproducir, de estimularnos o de activarnos, de bloquearnos y meternos zancadilla, de sentarnos a simplemente observar o de realmente trabajar, de vivir en alguna realidad o de seguir estabilizados en el amnios, la realidad es que ya se terminó la mitad del año, se fue vertiginosamente, como suele suceder con el tiempo conforme nos convertimos en adultos y avanzamos en edad al envejecer. Irremediablemente, el tiempo se nos escapa, se esfuma de nuestras manos y cuando menos acordamos, desaparecen los días, las semanas, los meses y los años. Para bien o para mal, el pasar del tiempo ha sido una preocupación constante para la humanidad, ya que en esa forma nos medimos, y a la vez medimos nuestros espacios, nuestras experiencias, nuestros logros, nuestros trabajos, nuestras vidas, y naturalmente los resultados de nuestros proyectos, de nuestros sueños, de esos puentes que idealizamos e intentamos construir. A veces sin embargo, evitamos medirlo al sentirnos inseguros, incómodos y estresados ante la idea de que somos sus prisioneros, al sentirnos encadenados a los tiempos que nos son impuestos, o que nosotros mismos nos imponemos en ese acelere loco por vivir. En realidad, somos nosotros quienes construimos nuestros tiempos y nuestros espacios, a la vez que los buscamos manipular en diferentes ritmos y estilos a través de múltiples emociones, pensamientos y conductas, de acuerdo a nuestras circunstancias, a nuestro estado de ánimo, a los rasgos de personalidad que poseemos y que nos hacen reaccionar de una u otra forma. Hay momentos en que una variedad de presiones nos abruma, de acuerdo al estado del tiempo, o a los colores y tonalidades que tiñen el mundo en el que nos movemos, o según la distancia que solemos mantener en nuestras relaciones personales, o los mismos altibajos que se dan en nuestros interiores, o en fin, a tantos otros factores que día tras día nos mueven y nos influyen en ese interminable proceso de construirnos a nosotros mismos, un proceso interminable que se prolonga eternamente desde el instante mismo en que nacemos. Somos capaces de desarrollar nuestros propios modelos del tiempo, o podemos imitar los que nos rodean; para utilizarlos productivamente, o igualmente desperdiciarlos y aventarlos a la basura. Podemos disfrutar el tiempo y saborearlo a nuestro ritmo muy único y personal, o también lo podemos sufrir y tolerar pasivamente en espera de la nada, para simplemente estar ahí y mimetizarnos con el paisaje, sin importar el tipo de escenario que se nos presente.
Sin embargo, seis meses después, al darnos a la tarea de medir obsesivamente el tiempo, de estirarlo y hacerlo lucir, o de dejarlo pasar, o de simplemente ni siquiera tomarlo en cuenta, la pregunta obligatoria tiene que ver con el hecho de cuestionarnos lo que hemos hecho con él, lo que ha resultado del diseño y la planeación de nuestros puentes personales, maritales, familiares, sociales, profesionales, o inclusive a nivel comunitario. ¿Cuáles han sido los resultados, cómo están evolucionando, se están llevando a cabo, los estamos custodiando activamente con esa disciplina e insistencia que se requiere, o simplemente los hemos iniciado con una recarpeteadita cándida y sencilla, para posteriormente percatarnos de que algo ha fallado, y nuevamente surgen a la superficie los baches, los hoyos intratables y perniciosos, la mala calidad de nuestros materiales, lo apresurado e impulsivo de nuestras decisiones sin tomar en cuenta todas las variables? A nivel individual y colectivo, una pregunta semejante puede ser todavía más apremiante y significativa después de estos seis meses, al estar pensando en nuestro futuro y la dirección que deseamos llevar? ¿O no? (Continuará).
