CAPÍTULO ESTATAL COAHUILA DE LA ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA MEXICANA
Quizás para muchas personas pueda resultar un tanto ofensivo y denigrante el pensar que a los seres humanos se nos ha comparado con ratas de laboratorio, como resultado de los experimentos a los que me refería la semana pasada. Sin embargo, a pesar de que una comparación semejante pueda herir nuestro orgullo, nuestra dignidad y nuestro narcisismo, la realidad es que tenemos que aceptar el hecho de que gracias a tantas de tales experiencias con ratas, hamsters, ranas, conejos y una infinidad de pobres animales que sin ser cuestionados se prestan a tales experimentos, las ciencias biológicas han avanzando en todos sentidos, y como resultado de los mismos, se han hecho descubrimientos fantásticos y de gran importancia y beneficio tanto en el campo de la salud física como de la mental.
Además y en última instancia, quién nos asegura que en el fondo y cotidianamente no formamos parte de algún esquema de ciencia ficción, en el que estamos siendo manipulados en tantas ocasiones como ratas de laboratorio, en un mundo que cada vez se torna más tecnificado, y en el que quizás sin saberlo estamos siendo vigilados y controlados por un "Big brother" extraído de la literatura de Orwell, o incluso divididos en castas y expuestos a una serie de experimentos al estilo de Huxley, como miembros de su tan popular "mundo feliz", al que posiblemente hemos llegado e incluso superado para habitar ahora en nuestro propio "mundo feliz".
Sin embargo, sea de un modo o del otro en cualquiera de los derroteros que nos puedan llevar nuestras lecturas, fantasías, inquietudes y reflexiones, los resultados de los experimentos ya mencionados y llevados a cabo por científicos como Sir William Osler, Hans Selye, Walter Cannon y otros tantos, pioneros en la fascinante investigación sobre el tema del estrés, de la ansiedad y de sus efectos en los seres humanos, nos han ayudado enormemente a comprender un fenómeno tan complejo que nos es cada vez más común y cercano en esta época. Los resultados a los que me refiero, tienen que ver con las respuestas o reacciones que los seres humanos presentamos precisamente ante todo aquello que nos amenaza y atemoriza, eso que pone en peligro nuestra integridad y seguridad en forma de factores estresantes que nos provocan inquietud, preocupación, miedo o ansiedad, sensaciones que en el fondo no representan otra cosa más que diferentes niveles de intensidad del mismo fenómeno. Una parte de lo que hemos aprendido, es que tales reacciones se pueden considerar como fisiológicas y naturales, puesto que forman parte del repertorio de reacciones de autoprotección que presentamos los seres humanos ante tales experiencias estresantes. Generalmente vamos por la vida enfrentando situaciones, experiencias, ideas, conductas, pensamientos, relaciones y todo aquello capaz de provocarnos cierta inquietud, sensación que podríamos considerar tal vez como el grado mínimo en el contexto de este fenómeno de estrés, si lo ponemos en una escala que va de menor a mayor, ya que no nos produce un efecto tan intenso. El segundo lugar en dicha escala, estaría ocupado por nuestras preocupaciones, como ideas de diversa índole que nos intranquilizan y que surgen espontánea e irregularmente en nuestra mente, pero que también pueden ocurrir con cierta periodicidad o aún con mayor frecuencia, de acuerdo al tipo de experiencias o circunstancias que enfrentemos y que nos las provocan. Los miedos por otro lado, son sensaciones todavía más definidas e intensas que las anteriores, y que tienden a dirigirse hacia objetivos más específicos dependiendo de cada persona. Así podríamos mencionar el miedo a la oscuridad, a quedarse solo, a cierto tipo de insectos o animales, miedos que suelen ser tan característicos durante determinadas etapas de la infancia. Igualmente, el miedo al agua, a las alturas, a los espacios cerrados, a los autos, a los aviones y tantos otros que se pueden presentar lo mismo en los adolescentes como en los adultos de diferentes edades. Sin embargo, estos miedos pueden representar reacciones pasajeras, que nos atemorizan temporalmente para luego desaparecer sin dejar rastro, cuando somos capaces de superarlas. Finalmente, en el último lugar de esta escala, se podría colocar a la ansiedad, como una reacción difusa de mayor o menor grado, pero que no tiene esos focos u objetivos tan precisos y definidos como son nuestros miedos; una reacción que surge espontáneamente, que puede o no ser pasajera, puesto que en ocasiones se llega a prolongar por periodos más largos de tiempo. Así en esa forma podríamos reconocer entonces nuestras inquietudes, preocupaciones, miedos y ansiedad como un grupo compacto de sensaciones con un fondo común, relacionadas unas con otras, pero que varían en el grado de intensidad con el que se presentan. (Continuará).