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NUESTRA SALUD MENTAL

EL ESTRÉS QUE VIVIMOS (TERCERA PARTE)

DR. VÍCTOR ALBORES GARCÍA

Asociación de Psiquiatría y Salud Mental de La Laguna A.C. (PSILAC)

Como seres humanos, seguramente desearíamos vivir en un mundo especial, exentos de presentar inquietudes, preocupaciones, miedos o ansiedad, puesto que añoramos esa fantasía que se nos ha vendido a lo largo de nuestras vidas, la de vivir eternamente en ese estado falso y utópico al que llamamos de "la felicidad eterna". Se trata de una fantasía que se nos ha tratado de inculcar y de condicionar desde los más tiernos años de nuestra infancia, a través de las cándidas promesas de los cuentos e historias infantiles, de las leyendas, los mensajes filosóficos y religiosos, y más recientemente a través de la mercadotecnia, los medios de comunicación, y hasta los slogans y mensajes comerciales con los que cotidianamente somos bombardeados, métodos todos ellos que ondulan y prometen tal "felicidad eterna", como un mito al que debemos asirnos fervorosamente. Sin embargo, la realidad es que existimos en un mundo en el que los contrastes forman una parte fundamental de nuestra vida. Así hemos descubierto y reconocido que no puede existir la luz, si no existe la oscuridad, el bien si no existe el mal, la alegría si no existe la tristeza, el frío si no existe el calor y así sucesivamente como sucede con tantos otros aspectos que contrastan y parecen contradecirse, pero que forman parte de la Naturaleza y más aún, de nuestra propia naturaleza personal. Algo semejante sucede entonces con esas inquietudes, preocupaciones, miedos y ansiedad, que existen, que nos acosan y que se presentan como respuestas a los estímulos del universo en que vivimos, en contraste con lo que sería un estado de ánimo de bienestar, placer y tranquilidad permanentes, lo cual no existe definitivamente.

Uno se preguntaría entonces, cuál es el papel que juegan tales sensaciones con las que respondemos a cierto tipo de estímulos específicos. De acuerdo a los resultados de los experimentos efectuados por los investigadores mencionados la semana pasada, así como por muchos otros que han continuado dicho camino de estudio, la respuesta tiene que ver con un papel básico, fisiológico y protector que juegan tales reacciones en nuestra existencia cotidiana. Ellos descubrieron que en el fondo, esa variedad de respuestas nuestras, vienen a representar señales de alarma que nos lanza nuestro propio organismo, producto de un sofisticado y complejo sistema que sirve para avisarnos del peligro o de las amenazas de peligro que enfrentamos o que nos rodean, y que ponen a riesgo nuestra integridad y nuestra vida. Gracias a a presencia de un sistema de alarma semejante, podemos tomar conciencia entonces del peligro en el que nos encontramos, lo que a su vez nos enfrenta precisamente a esa disyuntiva básica de respuesta que se ha descrito en tales investigaciones, y que consiste en pelear o en huir, lo cual variará y será diferente en cada caso y para cada individuo y sus circunstancias personales. Así pues, como se mencionaba hace dos semanas, el estrés extraído como un concepto dentro del contexto industrial, se puede aplicar igualmente a nosotros, los seres humanos, ya que por un lado viene a ser la presión a la que podemos ser sometidos por una serie interminable de muy diversos factores, ya sea aquellos que son externos y provienen del ambiente en el que vivimos, pero igualmente del otro tipo de factores, los que son internos y surgen dentro de nosotros mismos. A su vez, el estrés también viene a representar paralelamente, el nivel de resistencia que tenemos cada uno de nosotros frente a ese tipo de factores peligrosos, amenazantes o estresantes, como los llamamos en la actualidad. Contradictoriamente entonces, esas reacciones o instrumentos que nos sirven como señales de alarma con los que contamos para lograr defendernos y protegernos, funcionan a la vez como reacciones que al alertarnos, también nos asustan y nos hacen sufrir temporalmente, aunque a la larga nos permitirán llegar a una respuesta final como un intento de solución a aquello que enfrentamos dentro o fuera de nosotros mismos (Continuará).

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