Nosotros Las palabras tienen la palabra VIBREMOS POSITIVO Eventos

NUESTRA SALUD MENTAL

EL ESTRÉS QUE VIVIMOS

DR. VÍCTOR ALBORES GARCÍA

Hay múltiples respuestas fisiológicas por medio de las cuales nuestro organismo trata de protegernos y defendernos de las muy variadas amenazas y peligros que se han mencionado en la columna anterior, y que forman parte precisamente de nuestros miedos más localizados y característicos, al igual que de esa sensación más vaga y no tan definida como es la ansiedad, que en conjunto constituyen ese fenómeno tan común y a la vez tan complejo que hemos bautizado como estrés. En general, todos nos enfrentamos frecuentemente y más en esta época que vivimos, a tales experiencias, que por lo mismo, nos han familiarizado con respuestas tan típicas como son las de "sudoración fría" en manos y pies, o las de temblores, palpitaciones, la sensación de falta de respiración y asfixia, como si algo nos oprimiera el pecho, de que "la sangre nos baja a los pies", la sensación de "cosquillas" o de "cierta cosa" en el abdomen, al igual que otras tantas sensaciones, que en el fondo representan nuestra forma natural de reaccionar ante el peligro o la amenaza de "algo" que nos amedrenta sea conocido o desconocido. En lenguaje coloquial, nos referimos a ello como nuestra reacción de "susto", la cual puede variar en intensidad desde un nivel leve y pasajero, hasta un punto máximo de terror que se prolonga por mucho tiempo, de tal intensidad que hasta llegamos a pensar que nos enloquecerá y por lo tanto, no podremos soportarla más. Se trata de reacciones que son muy personales para cada sujeto y que van a depender naturalmente de su umbral de tolerancia, al igual que del grado de sensibilidad que posea, rasgos generalmente heredado en cada familia. Sin embargo, este tipo de reacciones fisiológicas defensivas no se limitan exclusivamente a las que acabo de mencionar y que son tan populares, sino que existe todavía una más amplia gama de reacciones semejantes, que varían en cada uno de nosotros, de acuerdo nuevamente a nuestros muy peculiares e idiosincrásicos rasgos personales, a las circunstancias y al contexto que se vive en tales momentos, así como a la intensidad, fuerza y demás características del estímulo amenazante o estresante. Con mucha frecuencia y gracias al nivel más elevado de cultura médica que prevalece en nuestra población, este tipo de respuestas fisiológicas como las indicadas unas líneas antes, tienden a ser identificadas inmediatamente como síntomas de sufrimiento de alguna enfermedad de las que hemos dado en denominar médicas u orgánicas (hay que aclarar que en un momento dado, todas las enfermedades tienen al fin y al cabo un fondo orgánico, a pesar de que en un buen porcentaje de los casos todavía no somos capaces de descubrirlo y explicarlo). Ante dicha situación y como consecuencia lógica, una gran mayoría de personas tratan de darle entonces una solución médica, de manera que acuden a sus médicos generales o familiares, a diversos especialistas o a los servicios de urgencias de las diferentes instituciones que los ofrecen, sin detenerse a pensar todavía que quizás esos síntoma que presentan en forma tan aguda, puedan significar más bien reacciones de miedo o de ansiedad, pero que no alcanzan a identificarlas como tales. Posiblemente, uno de los ejemplos más comunes de ello, es esa situación en la que un sujeto presenta precisamente esa sensación de opresión en el pecho, con temor a la muerte, asociada a palpitaciones y a sudoración fría, que gracias a la información médica aprendida a través de los años, identifica como la posibilidad de algún problema cardíaco, a pesar de que no existan antecedentes semejantes, ni tampoco hábitos o circunstancias de su vida que pudieran orientarlo en tal dirección. Sin embargo, para esa persona es más lógico e inclusive más aceptable pensar que se trata de un problema orgánico del tipo de un infarto del miocardio, que suponer el hecho de estar sufriendo una intensa reacción de miedo o de ansiedad. En una cultura como la nuestra, donde la masculinidad está en juego, puesto que los hombres así hemos sido educados desde niños, no es fácil aceptar que se puede tener una reacción tan intensa de miedo, lo que es considerado hasta cierto punto como una muestra de debilidad, fragilidad e incluso cobardía, rasgos que nuestra idiosincrasia identifica como típicamente femeninos, y no admisibles en un hombre. Por lo tanto, en nuestro desconocimiento de los trastornos psiquiátricos, todavía sigue siendo más aceptable consultar al médico general, al internista, o a cualquier otro tipo de especialista, que a un psiquiatra. (Continuará).

Leer más de Nosotros

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Nosotros

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 557351

elsiglo.mx