CAPÍTULO ESTATAL COAHUILA DE LA ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA MEXICANA.
SÉPTIMA PARTE
Como se comentaba la semana pasada, es importante que logremos aprender a reconocer aquello que podríamos considerar como nuestros niveles "normales" o usuales de ansiedad, que tienen que ver con la forma y el estilo en que solemos reaccionar ante diversos tipos de estímulos estresantes que nos son más familiares, para diferenciarlos de aquellos otros factores, desconocidos e intempestivos, que nos producen una elevación mucho mayor en nuestros niveles de ansiedad, o que por el contrario, tienden a determinar un descenso más abrupto.
Me parece sumamente importante el hecho que desde niños se nos enseñe y logremos aprender a estar en contacto con nuestras emociones, de manera que podamos detectar todas estas diferentes señales que nos envía nuestro organismo a través de un lenguaje no verbal, para hacernos más conscientes de nuestros muy variados estados de ánimo. Ese tipo de educación, que generalmente no se nos inculca, facilitaría el que nos diéramos cuenta a lo largo de la vida, de esos momentos en que nos sentimos ansiosos, "nerviosos", temerosos o como gustemos llamarle, al igual que sucede cuando reaccionamos con otras muchas emociones como pueden ser la tristeza, el enojo, la vergüenza, la culpa, los celos, la envidia, y tantas otras que forman parte de nuestro humano repertorio de sentimientos. Es increíble que a pesar de que al nacer todos arribamos a este mundo poseedores de cierto bagaje hereditario, en el cual va incluido la posesión de un mayor o menor grado de sensibilidad, lo que a su vez nos ayuda a percibir y a expresar nuestras emociones, la educación que recibimos desde temprana edad en nuestra cultura no siempre está orientada para ayudarnos a reconocer dicha cualidad, sino más bien para ocultarla.
Es interesante lo que sucede como parte de nuestra educación tradicional en una cultura tan característicamente machista como es esta, en la que se acepta y se estimula con mayor facilidad el hecho de que las mujeres posean esa sensibilidad como un don específicamente femenino, mientras que en los varones se tienda a negar o a ocultar la existencia de dicha cualidad, al ser considerada no como una cualidad, sino más bien como una debilidad vergonzosa, casi como un defecto congénito que es señalado negativamente al no caracterizar en forma adecuada lo que supuestamente vendría a ser el estereotipo masculino.
Es así, bajo tales creencias, que existe una fuerte tendencia en nuestra educación a la represión de dicha cualidad, percibida hasta cierto punto como peligrosa y amenazante, especialmente entre los hombres, pero aún en las mujeres mismas, aunque en ellas ocurra en menor grado.
Una represión semejante, ejercida vigorosamente desde la infancia más temprana, limita nuestra capacidad de aprendizaje en cuanto a la detección, reconocimiento, conciencia y aceptación de nuestras emociones, al grado que en un alto porcentaje de la población ni siquiera seamos capaces de darles un nombre para reconocerlas y expresarlas. Como resultado de ello, parece existir un cierto nivel de torpeza o limitación primitiva para expresar nuestros estados de ánimo, o sea la forma en que nos sentimos.
Así pues, cuando se nos pregunta, solemos responder que nos sentimos bien, o que nos sentimos mal, pero sin estar acostumbrados a señalar más específicamente lo que queremos decir con cualquiera de ambos vocablos. Es como si no estuviéramos familiarizados con toda esa inmensa gama de variaciones y bifurcaciones en que se prolongan nuestras emociones y que vienen a ampliar un concepto tan pobre, tan confuso y tan concreto como ese, el de simplemente responder bien o mal, que en realidad nos dice muy poco sobre el verdadero estado de ánimo de la persona, cuando deberíamos saber que sentirse bien puede representar una gran variedad de emociones, al igual que sucede cuando decimos que nos sentimos mal.
¿Es ello el producto de nuestra ignorancia, de la desinformación, de la torpeza o de la mala educación en la que nos vemos inmersos? (Continuará).
Asociación de Psiquiatría y Salud Mental de La Laguna A.C. (PSILAC)