Al igual que sucede en tantas otras áreas de la educación tradicional que recibimos en nuestra cultura, la educación en esta área de la detección, reconocimiento y expresión de las emociones es sumamente pobre y limitada, lo que naturalmente no sólo dificulta y limita el contacto de cada individuo consigo mismo y con sus emociones, sino también con el hecho de expresarlas, especialmente en lo que respecta a la educación de los varones, como se comentó el domingo anterior. Me parece que las repercusiones a largo plazo bajo este estilo de educación van a influir definitivamente sobre el desarrollo emocional de las personas, con limitaciones básicas especialmente en lo que respecta al desarrollo de su capacidad de sensibilidad, que tiende a verse reprimida y aprisionada ante esa variedad de normas y prohibiciones que le fueron impuestas. Un ejemplo clásico y hasta quizás sumamente trillado en las fallas de nuestra educación, es el que resulta cuando un niño (varón) presenta manifestaciones de miedo ante determinadas situaciones o experiencias realmente amenazantes, y los adultos que lo rodean le reprimen tales manifestaciones, arguyendo que "los hombres nunca tienen miedo". Esta aseveración tan categórica, provoca naturalmente sentimientos de vergüenza, de culpa y de impotencia en el niño, que tiende entonces a ocultar tales señales de miedo en la siguiente ocasión que enfrente una experiencia semejante, para así irse condicionando paulatinamente y acostumbrarse a reprimir tales emociones percibidas como negativas y prohibidas. Igualmente sucede en los casos en que ante determinadas experiencias de dolor, enojo o tristeza, el niño tienda a llorar y a expresar abiertamente sus emociones mediante el llanto; otra señal emotiva que en el mundo adulto masculino se considera como muestra de debilidad, fragilidad, vulnerabilidad y especialmente y aún más amenazante, se le señala como muestra de feminidad, lo que obviamente viene a cimbrar la seguridad en cuanto a la formación de la identidad masculina. El llanto en los niños varones tiende a ser frenado y reprimido como parte de las múltiples prohibiciones y normas de tal estilo de nuestra educación tradicional, que igualmente señala con esa especie de "sabiduría salomónica", que los " hombres tampoco deben llorar", puesto que sólo "las viejas o los maricas lloran", frases fulminantes que consecuentemente también producen fuertes dosis de vergüenza y de culpa en ese niño, que a la larga igualmente lo condicionan a reprimirse sin que jamás se dé permiso a sí mismo de llorar, o quizás solamente lo logre hacer en algunas ocasiones en la soledad de su habitación, donde nadie lo mire o lo juzgue.
Las consecuencias de tales enseñanzas tendrán que ver por un lado, con esa tendencia al desconocimiento de sí mismo, ante la falta de exploración e incomunicación en que se nos ha adiestrado en todo aquello que se refiere a la relación con nuestros cuerpos y nuestras mentes, que para tantas personas aparecen como territorios vírgenes parcial o totalmente desconocidos, como una especie de geografía ajena y lejana. Ya desde niños, por motivos de una moralidad o de una religiosidad mal entendida se llega al grado de prohibir la exploración y el reconocimiento de las diferentes partes del cuerpo, con un énfasis todavía más acentuado en lo que se refiere a los órganos genitales, lo que naturalmente tiende a desconectar a cada individuo de sus propias sensaciones y emociones en mayor o menor grado, sensaciones y emociones que obviamente tienen orígenes biológicos y cuyas raíces se encuentran situadas en el cuerpo y en la mente. A la larga, como resultado de tales prohibiciones, se tiende a desarrollar una especie de lucha interna en cada uno, entre la presencia constante de todo tipo de emociones, incluyendo naturalmente las sexuales, y la fuerte tendencia a esconder y reprimir tales sensaciones, ante esa dicotomía tradicional que se ha establecido entre "el cuerpo y el alma", como parte de nuestra educación y nuestra cultura lo mismo en los hombres que en las mujeres (Continuará).
Asociación de Psiquiatría y Salud Mental de La Laguna A.C. (PSILAC)