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NUESTRA SALUD MENTAL

EL ESTRÉS QUE VIVIMOS

DR. VÍCTOR ALBORES GARCÍA

Al igual que sucede en tantas otras áreas de la educación tradicional que recibimos en nuestra cultura, la educación en esta área de la detección, reconocimiento y expresión de las emociones es sumamente pobre y limitada, lo que naturalmente no sólo dificulta y limita el contacto de cada individuo consigo mismo y con sus emociones, sino también con el hecho de expresarlas, especialmente en lo que respecta a la educación de los varones, como se comentó el domingo anterior. Me parece que las repercusiones a largo plazo bajo este estilo de educación van a influir definitivamente sobre el desarrollo emocional de las personas, con limitaciones básicas especialmente en lo que respecta al desarrollo de su capacidad de sensibilidad, que tiende a verse reprimida y aprisionada ante esa variedad de normas y prohibiciones que le fueron impuestas. Un ejemplo clásico y hasta quizás sumamente trillado en las fallas de nuestra educación, es el que resulta cuando un niño (varón) presenta manifestaciones de miedo ante determinadas situaciones o experiencias realmente amenazantes, y los adultos que lo rodean le reprimen tales manifestaciones, arguyendo que "los hombres nunca tienen miedo". Esta aseveración tan categórica, provoca naturalmente sentimientos de vergüenza, de culpa y de impotencia en el niño, que tiende entonces a ocultar tales señales de miedo en la siguiente ocasión que enfrente una experiencia semejante, para así irse condicionando paulatinamente y acostumbrarse a reprimir tales emociones percibidas como negativas y prohibidas. Igualmente sucede en los casos en que ante determinadas experiencias de dolor, enojo o tristeza, el niño tienda a llorar y a expresar abiertamente sus emociones mediante el llanto; otra señal emotiva que en el mundo adulto masculino se considera como muestra de debilidad, fragilidad, vulnerabilidad y especialmente y aún más amenazante, se le señala como muestra de feminidad, lo que obviamente viene a cimbrar la seguridad en cuanto a la formación de la identidad masculina. El llanto en los niños varones tiende a ser frenado y reprimido como parte de las múltiples prohibiciones y normas de tal estilo de nuestra educación tradicional, que igualmente señala con esa especie de "sabiduría salomónica", que los " hombres tampoco deben llorar", puesto que sólo "las viejas o los maricas lloran", frases fulminantes que consecuentemente también producen fuertes dosis de vergüenza y de culpa en ese niño, que a la larga igualmente lo condicionan a reprimirse sin que jamás se dé permiso a sí mismo de llorar, o quizás solamente lo logre hacer en algunas ocasiones en la soledad de su habitación, donde nadie lo mire o lo juzgue.

Las consecuencias de tales enseñanzas tendrán que ver por un lado, con esa tendencia al desconocimiento de sí mismo, ante la falta de exploración e incomunicación en que se nos ha adiestrado en todo aquello que se refiere a la relación con nuestros cuerpos y nuestras mentes, que para tantas personas aparecen como territorios vírgenes parcial o totalmente desconocidos, como una especie de geografía ajena y lejana. Ya desde niños, por motivos de una moralidad o de una religiosidad mal entendida se llega al grado de prohibir la exploración y el reconocimiento de las diferentes partes del cuerpo, con un énfasis todavía más acentuado en lo que se refiere a los órganos genitales, lo que naturalmente tiende a desconectar a cada individuo de sus propias sensaciones y emociones en mayor o menor grado, sensaciones y emociones que obviamente tienen orígenes biológicos y cuyas raíces se encuentran situadas en el cuerpo y en la mente. A la larga, como resultado de tales prohibiciones, se tiende a desarrollar una especie de lucha interna en cada uno, entre la presencia constante de todo tipo de emociones, incluyendo naturalmente las sexuales, y la fuerte tendencia a esconder y reprimir tales sensaciones, ante esa dicotomía tradicional que se ha establecido entre "el cuerpo y el alma", como parte de nuestra educación y nuestra cultura lo mismo en los hombres que en las mujeres (Continuará).

Asociación de Psiquiatría y Salud Mental de La Laguna A.C. (PSILAC)

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