Asociación de Psiquiatría y Salud Mental de La Laguna A.C. (PSILAC)
¿Cuáles son las consecuencias de una educación y adoctrinamiento semejante como el que se nos da en nuestra cultura, y en la mayoría de sociedades machistas, heredado desde muchos siglos atrás por los diferentes movimientos históricos y culturales que se han dado en esta parte occidental del planeta? ¿Y cuáles son entonces las repercusiones de tipo psicológico que aparecen a lo largo de nuestro desarrollo, en ese proceso de maduración, de estructuración de nuestras personalidades y de búsqueda de la identidad individual como adultos? En primer lugar, tendríamos que tomar en cuenta como una consecuencia natural de ese desconocimiento y de esa desconexión que cada individuo sufre en relación con su cuerpo desde muy temprano en la vida, el hecho de que a la larga le será muy difícil el lograr detectar, reconocer y traducir en tantas ocasiones las señales que le son enviadas desde su organismo, por lo que se podría concluir que tampoco estará muy bien preparado para responder adecuadamente a éstas. Por lo mismo, posteriormente y para muchos varones como adultos, les será bastante difícil conectarse con esa sensibilidad que poseen, al haber sido marcada como un defecto o una debilidad, sobre todo al ser considerada además como una característica exclusiva de las mujeres. Como consecuencia de este aprendizaje, ello les puede impedir con mucha frecuencia la percepción y aceptación de su propia tristeza y melancolía, aún en aquellas situaciones graves, como sucede con las muertes de sus seres queridos o cualquier otro tipo de pérdidas importantes, en las que tales sentimientos estarían perfectamente justificados, inclusive al acompañarse de llanto, ya sea como una manifestación del dolor y del pesar presentes, a la vez que como un mecanismo de desahogo de dichas emociones. Algo semejante tiende a suceder en lo que respecta a las manifestaciones de ternura y de cariño en el desarrollo masculino, puesto que le suele ser más fácil aceptar y recibir tales demostraciones, sobre todo cuando provienen de mujeres, algo a lo que se ha acostumbrado desde niño en relación con la madre, la abuela, las tías, las hermanas o las demás mujeres de la familia, pero con cierta resistencia para recibirlas de los hombres, además de que este tipo de manifestaciones tampoco suelen ser muy bien vistas entre individuos del mismo género, aún si se trata del padre, del abuelo, de los tíos o de los hermanos, debido a esa especie de pánico homofóbico que también caracteriza a nuestra cultura. Como resultado de estas experiencias de aprendizaje tan temprano, el varón tiende a reprimir las manifestaciones de ternura y de cariño aún mismo hacia las mujeres, al considerarlas también como una muestra ridícula y sentimentaloide de debilidad, y con mucho mayor razón, se frena y se prohíbe a sí mismo tal demostración ante otros varones, lo que naturalmente es percibido como una intensa amenaza homosexual, que es reprobada hasta cierto punto y considerada como fuera de los límites adecuados de lo que debiera ser una interacción masculina. Es curioso sin embargo, como bajo los efectos del alcohol o de algún otro tipo de droga, al disminuir las defensas psicológicas y surgir más abiertamente esa sensibilidad en el hombre, desaparecen con bastante frecuencia ese tipo de prohibiciones aprendidas desde temprano, al grado que muchos varones se permiten entonces demostrar esa sensibilidad y su capacidad de amar a través de expresiones de ternura o de cariño tanto con mujeres como con otros hombres que puedan ser importante en su vida.
Aunque parezca increíble, algo semejante sucede en los varones en lo que respecta a las señales de miedo que surgen de nuestro organismo ante determinadas situaciones amenazantes o de peligro, señales que en un alto porcentaje tampoco llegan a ser percibidas como resultado de esa desconexión con su sensibilidad, así como de las prohibiciones aprendidas desde la infancia. La represión o la negación de tales señales impiden a muchos hombres reconocer y enfrentar adecuadamente las situaciones de emergencia, de riesgo o de inseguridad, que los hacen actuar en muchas ocasione en forma desordenada e impulsiva sin llegar a medir las consecuencias de sus actos, al no reconocer ni aceptar siquiera que están sintiendo miedo. Mientras que en otros casos, los hombres pueden permanecer paralizados o huir ante esas mismas circunstancias, pero sin tampoco estar del todo conscientes de sus propios miedos y ansiedad, ya que tampoco alcanzan a reconocer las señales que les ha enviado su organismo y su mente, como resultado de esas prohibiciones aprendidas desde muy temprano