Nosotros Las palabras tienen la palabra VIBREMOS POSITIVO Eventos

NUESTRA SALUD MENTAL

EL ESTRÉS QUE VIVIMOS

DR. VÍCTOR ALBORES GARCÍA

Otra de las repercusiones importantes derivada de este tipo de educación que recibimos y que promueve la falta de exploración de nuestra sensibilidad a través de la exploración de nuestros cuerpos y de las diversas emociones que parten de ellos, tiene que ver con nuestro desarrollo psicosexual a lo largo de la vida. En este siglo XXI, sería un tanto cándido y quizás hasta ridículo el hecho de negar que nacemos como seres sexuales, y que dicha sexualidad se va desarrollando y madurando a través de las diferentes etapas del ciclo vital, incluyendo la vejez hasta llegar al día de nuestras muertes. Por mucho tiempo, y aún en el presente todavía hay tantas personas que consideran que la sexualidad se inicia en la pubertad, cuando se presentan toda esa serie de cambios físicos, mentales, psicológicos y conductuales que le dan un vuelco a la existencia de niños y niñas conforme avanzan en el proceso de la adolescencia hasta llegar a su etapa de adultos jóvenes. Sin embargo, actualmente sabemos que esta ha sido una verdad a medias, ya que la realidad es que nuestra sexualidad llega con nosotros desde el momento mismo en que nacemos, con ese potencial impreso en nuestros cuerpos y mentes, como una parte intrínseca de nuestra biología, pero que se va manifestando en formas diferentes durante los primeros años de nuestra vida antes de llegar a la pubertad. Los diversos estímulos y sensaciones que forman parte de nuestro desarrollo sexual, nacen y se van desarrollando e integrando poco a poco, gracias a complejos mecanismos orgánicos y psicológicos que tienen que ver con la forma en que percibimos el mundo, el ambiente en el que nos desarrollamos, así como los personajes tan variados e importantes que forman parte del mismo desde nuestra primera infancia. En esos primeros años, nos vemos expuestos a una serie de estímulos y experiencias que a su vez nos provocan sensaciones placenteras o desagradables, cuya interacción va precisamente modelando y modulando nuestras primeras experiencias y memorias, las cuales se irán acumulando y organizando como una buena parte de nuestros cimientos y archivos de lo que vendrá desarrollándose y madurando como nuestra sexualidad. Las primeras miradas de nuestras madres y de nuestros padres o de quienes hayan tomado esos roles, las primeras caricias, besos, abrazos y demás estímulos táctiles que van dejando huellas en nuestras pieles; las primeras palabras y sonidos acariciantes y amorosos que hayamos recibido en esa primera etapa básica de la vida como parte de las interacciones con esas figuras fundamentales, asociados a olores y sabores o a diferentes tipos y estilos de movimientos y vaivenes cuando los bebés son mecidos, transportados, alimentados o arrullados, así como otros tantos estímulos básicos que incitan a nuestros órganos de los sentidos para proporcionarnos esa primera y muy extensa variedad de sensaciones que empiezan a construir nuestro mundo externo e interno, y que representan sin lugar a dudas las primeras bases no sólo de nuestra identidad y de nuestra estructura biológica y psicológica, sino también definitivamente de nuestra sexualidad, como una parte importante y naturalmente difícil de separar de las dos anteriores.

Erróneamente, estamos malacostumbrados a pensar en la sexualidad humana como algo que está centrado exclusivamente en el coito, sin tomar en cuenta la complejidad que representa u que implica la posesión de esta capacidad humana con la cual nacemos, la manera en que evoluciona y se desarrolla a través de los años, conforme madura y se va constituyendo en un aspecto tan fundamental de la personalidad de cada uno de nosotros, como resultado de tantas y tan variadas experiencias aprendidas y vividas. Es por eso quizás que persistimos en creer que la sexualidad nace en la pubertad, cuando los nuevos cambios biológicos hormonales hacen reaccionar en diferentes estilos más o menos intensos a niños y niñas al convertirse en muchachitos y muchachitas, de los que quisiéramos suponer que se encuentran más o menos preparados para los mismos, de acuerdo a la información y a la educación que han recibido en los años previos, sea dentro de sus hogares o en las escuelas mismas. Tal vez por esta razón, nos preocupa no tanto su sexualidad definida como ese atributo natural e integral que poseemos, sino el hecho de que sean capaces de llevar a cabo un coito prematuro, especialmente por todas las repercusiones que conlleva, no sólo para ellos en lo relativo a sus vidas y a su desarrollo, sino también en cuanto al ambiente en el que se mueven, sobre todo en lo que respecta a sus padres y a sus respectivas familias (Continuará).

Asociación de Psiquiatría y Salud Mental de La Laguna A.C. SILAC)

Leer más de Nosotros

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Nosotros

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 575277

elsiglo.mx