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NUESTRA SALUD MENTAL

EL ESTRÉS QUE VIVIMOS.

DR. VÍCTOR ALBORES GARCÍA

ASOCIACIÓN DE PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA, A. C. (PSILAC)

CAPÍTULO ESTATAL COAHUILA DE LA ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA MEXICANA

(DÉCIMA PRIMERA PARTE)

Durante la infancia, tanto las niñas como los niños presentan esa curiosidad natural y humana por conocer, investigar y explorar el mundo que les rodea, un instinto que se inicia a través del conocimiento y la exploración de sus propios cuerpos, para luego extenderse paralelamente hacia todo lo demás, ya sea que se trate de personas, de objetos, de imágenes, de acciones, de situaciones, como un medio de irse adentrando y familiarizando con su mundo, con ellos mismos y naturalmente con todos aquellos personajes importantes que forman parte de dicho escenario. Naturalmente, se trata de esa maravillosa capacidad que es la curiosidad, de la cual estamos dotados los humanos para aventurarnos desde el rincón más pequeño en el que hayamos nacido, para así entonces lanzarnos en la búsqueda del conocimiento, que se inicia en nosotros mismos, también como parte de la búsqueda de nuestra identidad, un proceso que no termina jamás y que se prolonga a lo largo de la vida, gracias al cual mantenemos siempre ese aprendizaje continuo sobre nosotros mismos, sobre los demás y sobre el ambiente en el que nos desenvolvemos. Dicha exploración nos enfrenta constantemente a toda clase de experiencias, mediante las cuales descubrimos a la vez rasgos, habilidades, defectos sensaciones y aspectos de nosotros mismos que nos diferencian de los demás y del ambiente en el que vivimos. Mediante la exploración de sus cuerpos, los niños al igual que las niñas descubren su anatomía, las diferentes partes que los conforman, las maneras variadas en que pueden ser utilizadas a través de sus movimientos y de sus acciones, las imágenes e ideas que ello les estimula, así como las diversas sensaciones que acompañan tales experiencias, que lo mismo pueden ser muy placenteras y satisfactorias, o dolorosas e inclusive bastante desagradables. Sin saberlo todavía, ellos y ellas van descubriendo las primeras señales de su sexualidad por medio de tales sensaciones, que surgen no solamente al explorar sus genitales, sino en muchas otras áreas de sus cuerpos. Los especialistas e investigadores en el campo de la sexualidad, comentan sobre una especie de geografía erótica o amorosa si así la queremos llamar, que se va desarrollando en nuestros cuerpos, a lo largo de muy diferentes áreas que tienden a ser sumamente personales y específicas para cada individuo, hombre o mujer. Se trata de áreas que son más o menos sensibles al contacto y a los estímulos táctiles en general, y que se encuentran presente desde muy temprano en la infancia. Ello determina que al descubrirlas, niños y niñas tiendan a repetir en ciertas ocasiones ese tipo de exploración en ellos mismos, o inclusive intenten explorarlo en otras criaturas, como parte de esa necesidad de conocimiento, de comparación y de confirmación en cuanto a lo que sucede en sí mismos relacionado con los demás. Se trata de actitudes que tienden a regir nuestra existencia en un alto porcentaje, aún en muchas otras áreas, ya que como seres humanos buscamos compararnos constantemente, como una forma de reconocernos nosotros mismos en cualquier etapa de la vida.

Si nos ponemos a reflexionar más profundamente al respecto, podríamos llegar a la conclusión de que esta curiosidad infantil transformada en la búsqueda del conocimiento a través de la exploración de su mundo, viene a representar obviamente los cimientos de lo que definiríamos como la investigación científica en los adultos. Gracias entonces a ese instinto o capacidad humana que representa la curiosidad, poseemos tal avidez por el conocimiento, por la búsqueda de las respuestas sean o no lo que pudiéramos considerar como "las verdades", por la solución de las interrogantes, por la exploración no sólo de nuestro ambiente y de nuestro mundo, sino de otros muchos mundos que se pierden en el universo. Es gracias también a ese proceso de curiosidad transformada en exploración, que los seres humanos desde niños tendemos a llevar a cabo toda clase de descubrimientos, algunos más importantes que otros, pero que en última instancia todos ellos van conformando nuestra personalidad, nuestra existencia y nuestro ambiente en general. Algo similar debiera suceder con nuestra sexualidad, cuando fuéramos capaces de irla descubriendo, explorando, reconociendo y aprendiéndola paulatinamente a través de las diversas etapas de la infancia, desde las más tempranas, mediante la guía y la orientación adecuada y especializada de los adultos que nos rodean durante tales períodos de la vida. Y sin embargo, y desgraciadamente no siempre sucede en esa forma, sino por el contrario, el tipo de educación tradicional que hemos recibido y que todavía permanece vigente en una u otra forma, aunque con ciertas modificaciones de apertura, tiende todavía a limitar o incluso a prohibir tajantemente esa curiosidad y ese instinto vital de exploración y de búsqueda del conocimiento. ¿Qué será lo que sucede con nuestra sexualidad que nos provoca tales niveles de ansiedad, al grado que tratamos de esconderla hasta el extremo de convertirla todavía en el presente en un área oscura y prohibida, que buscamos mantenerla así alimentada por nuestra ignorancia, a pesar de que la sexualidad siempre está presente y forma una parte vital de nuestra existencia? ¿Es quizás nuestra ignorancia o nuestro desconocimiento de la sexualidad una de las fuente importantes de ese estrés que vivimos en la actualidad? (Continuará).

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