¿Cuántos civiles necesitan morir para que el presidente Felipe Calderón muestre un poco de sensibilidad ante las familias que han perdido a sus seres queridos?, ¿de qué clase social deben ser los muertos para que el presidente y su Gabinete de Seguridad prendan los focos rojos y revisen su estrategia de guerra contra el crimen organizado?
El pasado viernes Calderón dio muestra de su poca sensibilidad al minimizar la muerte de civiles como consecuencia de una política de seguridad que carece de una estrategia integral donde también se aborde el problema de las drogas como un problema de salud, de educación e incluso económico.
Las declaraciones de Calderón donde afirma que son pocos los civiles muertos como consecuencia de balaceras y operativos, generaron molestia en amplios sectores de la población ya que ninguna muerte de un civil debe ser minimizada.
Sin embargo, durante el sexenio de Calderón la estrategia de comunicación social ha sido el afirmar que todos los muertos son delincuentes. Hasta el momento la lucha contra el crimen organizado ha dejado un saldo de 22 mil muertos, pero qué garantías tiene la sociedad para creerle al presidente que se atreve afirmar que sólo el 5 por ciento de los caídos son civiles. Cómo creer en esa cifra si recientemente en un primer momento los jóvenes muertos en el Tecnológico de Monterrey fueron catalogados como delincuentes por las autoridades y fue hasta que la Universidad los reconoció como sus alumnos que el Gobierno Federal modificó el discurso.
Paralelamente el Gobierno ha dado muestras de elitismo, ya que mientras en el caso de los jóvenes estudiantes del Tec el presidente Calderón se tomó la “molestia” de dar sus condolencias públicas a los familiares y enviar una carta a la institución educativa, el presidente no ha hecho lo mismo con los niños que fueron asesinados en los brazos de su madre en una carretera de Tamaulipas o con la familia de la mujer que murió junto a sus dos hijos en medio de una balacera en la Costera Miguel Alemán en Acapulco.
El discurso triunfal de Calderón en su lucha contra la violencia cada día está más desgastado, sobre todo cuando no hay sensibilidad para lamentar las muertes de inocentes, ni tampoco capacidad de reflexión para reconocer errores. Sin embargo, el presidente pide a todos que hablen bien de México, pero cómo hacerlo cuando el grueso de la población en todo el país sale de su casa sin tener la certeza de que regresará vivo.