El Departamento de Estado norteamericano lanzó esta semana una nueva advertencia sobre los riesgos de viajar a ciertas regiones de México.
No es la primera vez ni seguramente la última que Estados Unidos pone a nuestro país como un lugar inseguro para los visitantes a pesar de que somos el destino turístico número uno de los norteamericanos y el país que alberga al mayor número de retirados del vecino país.
En esta ocasión fueron incluidos los estados de Durango y Coahuila como zonas de alto riesgo ante el elevado número de crímenes ocurridos en esas entidades, anteriormente regiones por demás pacíficas y progresistas.
Efectivamente en la ciudad de Durango y en la región de La Laguna se ha registrado una serie de homicidios relacionados con el crimen organizado que resulta difícil de aceptar y comprender por el historial de estas zonas.
En días pasados cuando visitamos la ciudad de Durango en una misión de la Sociedad Interamericana de Prensa, quedamos impactados por el ambiente de zozobra que viven tanto en Durango como en Coahuila, en donde dos cárteles -el de Sinaloa y el del Golfo-se disputan los territorios en base a sangre, fuego y amenazas constantes contra la población civil y los medios de comunicación.
El propio gobernador de Durango, Ismael Hernández, confesó su desconcierto ante el incremento de crímenes de alto impacto en esta entidad que durante décadas se había dedicado en santa paz a la minería, el comercio y el turismo.
Son cuatro crímenes de periodistas cometidos en el último año, tres de ellos relacionados directamente con su trabajo y cuyos efectos han sido terribles para la sociedad y los medios de comunicación. Al momento ninguno de los homicidios ha sido resuelto por las autoridades.
El comunicado del Departamento de Estado relega en esta ocasión a Baja California y enfatiza a las entidades de Chihuahua, Michoacán, Coahuila y Durango como las más peligrosas para los turistas.
Da cuenta también de la violencia que impera en ciudades fronterizas como Ciudad Juárez, Chihuahua, Tijuana, Nogales, Reynosa, Matamoros y Monterrey.
Ciudad Juárez se lleva la peor parte y no es para menos. Dice el escrito que más de 2,600 personas fueron asesinadas el año pasado en dicha población y que se registraron más de 16 mil robos de autos y 1,900 secuestros.
Otra ciudad conflictiva para el turismo fue Gómez Palacio, Durango, en donde cuatro norteamericanos murieron en incidentes relacionados con el crimen organizado durante 2008 y 2009.
El comunicado es sin duda aterrador y bien puede semejarse a un parte de guerra sobre Irak o Afganistán.
A muchos nos duele leer estos reportes y no falta quien reniegue del Gobierno norteamericano por elaborarlos.
Pero la verdad de las cosas es que gracias a estos informes hacemos conciencia de la terrible situación que vive México, en especial la zona fronteriza.
Ahora bien, todos nos preguntamos ¿cuándo veremos el fin de esta escalada de violencia? ¿Estamos en el final del túnel o apenas es el principio de lo que habrá de venir en esta encarnizada lucha por el control del tráfico y venta de drogas?
Imposible saberlo a esta alturas de la guerra. Lo cierto es que gobiernos estatales y el federal han mostrado muchas inconsistencias en la lucha contra el monstruo del narco, de ahí que en varias regiones de México los criminales mantienen su dominio.
A dos años de concluir su Gobierno, el presidente Calderón tiene la enorme responsabilidad de profundizar y hacer efectiva su estrategia contra el crimen o de plano rediseñar sus planes y tácticas para evitar que corra más sangre en México.
No podemos tolerar dos años más de violencia extrema con saldo de miles y miles de muertos quienes a final de cuentas son mexicanos y parte de una sociedad que no ha sido capaz de contener a este dramático fenómeno de la narco violencia.
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