Jóvenes Columnistas

Nuevo desierto

Jorge Andrés Vázquez Soto

Supongo que el establecimiento de los primeros poblados en esta región no fue nada sencillo. El clima es inhóspito y trabajar la tierra requería un esfuerzo mayor que el que se realizaría en otros lugares más agradables. Pero aquellos primeros laguneros decidieron quedarse y luchar, hasta que “vencieron al desierto” e hicieron de nuestra región una de las más importantes en todo el Norte de México.

Sin embargo, creo que aún aquellos ejemplos de perseverancia no querrían estar en los zapatos del universitario lagunero contemporáneo. Nosotros enfrentamos un nuevo desierto: el laboral, con la escasez de trabajo en lugar de los recursos hídricos. La famosa y sonada crisis ha obligado al cierre de muchas empresas y la situación doméstica orilla a muchos graduados a subemplearse para conseguir algo de sustento. Además, las empresas buscan profesionistas “jóvenes, pero con experiencia”, combinación más exótica que un licuado de sandía, si me permiten la comparación.

Tal vez aquellos empleadores vivan en Disneylandia, donde los sueños se hacen realidad con sólo imaginarlos, pero acá en La Laguna, aunque los jóvenes sí soñamos, también sabemos que nada viene sin luchar por ello. El desierto nos enseñó a ser autosuficientes, perseverantes, soñadores y ambiciosos; todo a la vez. Por ello no esperamos que se nos mantenga, ni deseamos estar saturados de ofertas de trabajo, incluso antes de graduarnos de la universidad. Obviamente ningún universitario se incomodaría con estas situaciones, pero estamos conscientes de la realidad de la región.

Además, La Laguna no da hijos inútiles, sino talentos mal aprovechados.

Por ello me alegra la tendencia que he estado observando en la región de establecer incubadoras de empresas, tanto en el ámbito privado como en el público.

Me parece una excelente propuesta: si no hay trabajo, crea uno. El talento existe, la innovación está dentro de nosotros como una cualidad característica, mas no exclusiva de la juventud; incluso tenemos aquella edad en la que podemos darnos el “lujo” de equivocarnos sin llevarnos entre las piernas a terceras personas. La población universitaria es un caldo de cultivo ideal para la nueva ola de emprendimiento.

Incluso aquellos estudiantes de ingeniería que no tengan la menor idea de cómo administrar un negocio deberían de alegrarse con estas nuevas propuestas, puesto que en realidad no es necesario que sepan cómo administrar las empresas. Para eso hay facultades llenas de contadores, administradores, publicistas, abogados… que tienen nociones del manejo de una empresa, pero que posiblemente no tengan los conocimientos para desarrollar o ingeniar un producto o servicio, sobre todo en una región industrial como la nuestra. Una sinergia entre facultades, entre licenciados e ingenieros, podría traer beneficios a todos por igual como socios, no como rivales.

De esta forma, en lugar de perder empleos los generaríamos. En lugar de cerrar empresas, en la región se abrirían nuevas cada vez, y seríamos no sólo una región universitaria, sino una región emprendedora. Está pues, en nosotros y en iniciativas como ésta, la forma de vencer al nuevo desierto.

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