El 4 de mayo de 1943, se publicó un decreto que declaró como oficial la versión del Himno editada por la SEP. Se eligieron el coro y cuatro estrofas de las diez que, casi un siglo antes, había escrito González Bocanegra. En esa disposición quedó "estrictamente prohibido, alterar, corregir o modificar la letra o música del Himno Nacional". Para cambiarlo se requiere una reforma y, conociendo las dificultades de éstas, hay que reconocer que hay cosas más urgentes.
Pero no es ocioso detenernos a pensar, cuál es el sentido y qué es lo que están comunicando nuestras tradiciones. Nos hablan de continuidad, de lo que permanece más allá de las generaciones y, por eso, consuelan nuestros días. Pero no es ese su único sentido. Las tradiciones de una nación, son el vehículo de los valores fundamentales que le han dado vida; aquello sin lo cual ya no tendría razón de ser. Por eso es grave la falta de opciones para la juventud.
En México no hay 7 millones de ni-nis (que ni estudian, ni trabajan). Hay una sociedad que no ofrece oportunidades a 7 millones de jóvenes. La ni-ni-nies -somos- la sociedad adulta: los que preferimos ni ver, ni oír, ni salir de nuestras comodidades y prejuicios. No es de extrañar que por eso, lo único que a veces se nos ocurra sea dar un grito de guerra. Pero ¿es lo único que podemos ofrecer?
Para celebrar nuestro doble centenario podemos empezar por revisar esas comodidades e ideas preestablecidas que a veces nos impiden escuchar los gritos -o los silencios estruendosos- de las calles, ver con otros ojos lo que sucede. Como ciudadanos podemos compartir preocupaciones, hablar con amigos, colegas y vecinos. Podemos organizarnos, estudiar, consultar a los que analizan lo que está pasando. Nada nos impide revisar lo que se ha hecho y empezar a buscar, y a crear alternativas.
Sabemos que somos limitados, que casi nadie logra algo solo. Quizá los verdaderos cambios necesiten otros cien o doscientos años. Pero no es casual que la vieja ni-ni se llame así: su vieja cantinela sólo sabe repetir: "ni quiero saber qué pasa", "ni se puede hacer nada". Lo que es seguro es que, si seguimos así, los cambios tardarán doscientos años, más todos los demás que nosotros decidamos esperar.
Una nueva visión pasa por la re-visión. A veces es necesario ver con una nueva mirada nuestras tradiciones, incluso nuestras costumbres más queridas. Es probable que en medio de ellas haya algunos elementos que sólo nos llenan de polvo y nos estorban. Nos entorpecen. No dejan sitio para las cosas nuevas, ni espacio para trabajarlas. Opacan la luz que necesitamos para reconocer que están llegando nuevos días y que urgen nuevas respuestas. Nos impiden ver. Por eso propongo que no estaría de más repensar si algo así pueda estar sucediendo con nuestro Himno Nacional. Además del "grito de guerra" ¿qué propuestas y valores nos ofrece?
No busco desobedecer un decreto oficial, sólo reflexionar si vale la pena empezar a pensar en una modificación. Para ello, cuando queramos contemplar nuestro presente o imaginar creativamente futuros posibles, podríamos silenciar, por unos momentos, sólo la parte algo negra de la, muy poética, pero también muy bélica, boca de Francisco y meditar -ojo: ¡no cantar!-, con la música que Jaime Nunó nos legó, una nueva alternativa ni-ni.
La que aquí presento no es una modificación del Himno Nacional. Es evidente que resulta mucho menos poética que nuestro Himno y no tiene ninguna pretensión de alterarlo. No espero un nuevo "grito de guerra" por profanar con mi planta lo que está establecido por Ley. Este texto sólo quiere animar a otras búsquedas que hablen y alienten a la vida y que sean realizadas por personas autorizadas y con más sentido estético que éstas.
Mexicanos que no haya más guerras/ ni acero en manos del bribón, ni retiemblen jamás nuestras tierras,/ al sonido de ningún cañón.
Vive ¡oh Patria! tu anhelo de vida/ que es creación y designo divino.
Que en el cielo tu eterno destino/ para un mundo de paz se escribió.
Mas si osare el corrupto enemigo/ profanar con el crimen tu suelo,
Piensa ¡oh Patria querida! que el cielo/ un ciudadano en cada hijo te dio.
II
¡Patria! ¡Patria! tus hijos te juran/ ejercer hasta el último empeño, si el joven con su crítico acento/ nos convoca a optar con valor.
¡Para él nuestro esfuerzo de vida!/ ¡Sus creaciones serán nuestra gloria!
¡Su educación será la victoria!/ ¡Su trabajo será nuestro honor!