En su mensaje del 27 de mayo acerca de la Seguridad Nacional de los Estados Unidos, Barack Obama rechazó las políticas de ataque preventivo, tortura y violación de derechos, de su antecesor George W. Bush, a las que me referí en el artículo anterior a éste.
Obama, en cambio, desplaza --sutilmente, con cautela-- el papel global de los Estados Unidos. Indica que la nación norteamericana no puede, por sí sola, cargar con los problemas del nuevo siglo. "Nuestros adversarios", añade, "quisieran una América de poderes disminuidos por causa de la sobre-extensión".
Explícitamente, el jefe de Estado norteamericano incluye como co-partícipes del orden mundial a China, la India, Brasil y Rusia. "Estamos comprometidos con la ampliación del círculo de protagonistas responsables", añade en un vuelco a las realidades geopolíticas del siglo XXI que, de ninguna manera, le resta liderazgo a los Estados Unidos, sino que comparte responsabilidades y reconoce nuevas fuerzas. Hasta hace muy poco, Brasil, China y la India eran relegados al "tercer mundo". Ya no. Obama les da el sitio que merecen en el primer mundo.
Pero los Estados Unidos, para mantener su poder, habrían de hacerse cargo de la economía nacional, de la educación, de la energía, de la ciencia, y del cambio climático. La seguridad del país depende de ello y no se la da la defensa armada y mucho menos la ofensa militar, aunque Obama, si no menciona el uso de la fuerza preventiva, tampoco lo excluye. Simplemente, al contrario de Bush, le da prioridad a las opciones diplomáticas. "El uso de la fuerza es a veces necesario" indica Obama. "Pero antes debemos agotar las opciones pre-bélicas, pesar con cuidado los costos y los riesgos de la falta de acción".
Se puede alegar que la presencia norteamericana en Afganistán contradice estos propósitos, aunque la salida de territorio afgano de los Estados Unidos está prevista para el año entrante. Vaya dilema. El Gobierno débil y corrupto de Karzai es un peso de plomo. La realidad es que Afganistán le pertenece, no al Gobierno de Kabul, sino a los pastunes, los hazaras y otras confederaciones tribales, así como a la insurrección talibán asociada a los terroristas de Al-Qaeda. ¿Se puede romper esta asociación? ¿Se puede negociar con un talibán sin Al-Qaeda? ¿Se puede llegar a un acuerdo con las tribus? ¿Las tribus pueden más que el talibán?
Como en México hacia 1915 --con todas las diferencias-- Afganistán ofrece caminos difíciles y contradictorios que ponen a prueba la capacidad diplomática y militar del Gobierno de Obama. No paso por alto este hecho, y traigo a cuenta una reciente conversación con un militar británico:
--Los ingleses nos hacemos amigos de la población. Los americanos ocupan al país y piensan en términos de alta estrategia, no de relación personal.
Si esto es cierto, entonces asume aún más importancia el hecho de incluir a Brasil, China, la India y Rusia en la gestión global de la diplomacia. O sea, ¿qué pueden hacer los países mencionados para aliviar el peso militar de los Estados Unidos en Afganistán, disminuir la amenaza de Irán y proteger a la sociedad civil iraní, neutralizar a los terroristas en Pakistán y encaminar al Gobierno de Islamabad a un régimen transparente de libertades sin malas compañías?
Obama le ofrece a Rusia "una relación estable, sustantiva y multidimensional". A China le pide desempeñar "un liderazgo responsable". No lo dice del todo, no lo puede decir, porque los Estados Unidos, acostumbrados a ser el número uno, con dificultad aceptan que ahora son sólo el país más fuerte de una nueva constelación de poder.
Me asombra, por lo demás, que los extremistas de la derecha norteamericana, descubran tan tarde al verdadero Barack Obama. Nada de lo que está haciendo el presidente es distinto de lo que ofreció al tomar el poder.
·Mantener el crédito para el crecimiento, pero someter a la Ley a la banca, disminuyendo ganancias excesivas.
·Democratizar las finanzas y canalizar más recursos a otros sectores de la economía.
·Poner al día los sistemas anticuados de relación financiera.
·Extender el tiempo de la educación preparatoria.
·Educar más a la fuerza de trabajo para competir mejor con China, Brasil, la India y Corea.
·Emplear mejor y más extensamente los recursos energéticos del país.
·Eliminar la distancia salarial entre hombres y mujeres.
·Mejor empleo, mejores salarios, mejor distribución de la riqueza.
·Reforma del sistema de salud pública.
·Cerrar la distancia entre el status quo y las necesidades del futuro.
Agrega Obama que sus críticos dicen que el país no puede digerir tanto en tan poco tiempo, y sus críticos opuestos dicen que ha hecho demasiado en poco tiempo.
Obama, el presidente tranquilo, simplemente responde que nada en el proceso político impide tomar hoy las decisiones difíciles que, de todos modos, se harán presentes dentro de diez o veinte años.
Notablemente, ya ha logrado dos metas que no alcanzaron sus antecesores. Primero, la reforma a favor de un sistema nacional de salud pública. Segundo, la reforma de las finanzas y la disminución del poder excesivo de la banca.
No deja de ser llamativo que, a la luz de semejantes éxitos en menos de dos años de gobierno, se critique a Obama, no por lo que hizo, sino por lo que aún no ha hecho. La tranquilidad, la ausencia de retórica de balcón de Barack Obama anuncia las reformas que aún faltan para que los Estados Unidos de América pierdan las ilusiones del siglo veinte y entren con pie firme al siglo veintiuno.