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Obama

JULIO FAESLER

De acuerdo con una encuesta, el 29% de los norteamericanos aprueban la gestión de su presidente en tanto que el 42% la desaprueba. Obama había ganado 51% de los votos frente al 48% que obtuvo su contendiente el también Senador John McCain del Partido Republicano.

Al observador mexicano le puede resultar llamativo que después del triunfo de Obama en las elecciones que lo llevaron del Senado a la presidencia de Estados Unidos, el índice de popularidad haya caído en forma tan notoria como se está registrando en los últimos meses.

De poco han valido el éxito de Obama con su reforma al programa de salud, su oportuna reacción para disciplinar al sistema financiero, su empleo de fondos federales para combatir la recesión, y, ahora, el fin formal de la invasión de Irak.

La manifestación gigantesca de los opositores frente al monumento a Lincoln que se escenificó esta semana en Washington es la más reciente prueba de la feroz revancha que ya era previsible desde el primer momento de la victoria de Obama del 4 de noviembre de 2008. Había sido vencida en las urnas la posición conservadora norteamericana que se obstinan en una lectura rígida y excluyente de lo que sienten ser los valores fundantes de la nación. Obama en su filosofía, actos de gobierno traiciona los principios que inspiraron en 1775 la independencia de la corona inglesa.

El ascenso de un negro a la Casa Blanca es uno de los ingredientes más hondos en este repudio instintivo que estaba destinado a aflorar. Es la apasionada reacción la que manifiesta la organización encabezada por Sarah Palin, la compañera de fórmula de McCain, que se quiere igualar al movimiento insurgente nacido de 1773.

Los miles que llegaron a Washington esta semana protestan contra lo que ven como el perverso ensanchamiento de poderes federales, el aumento de los impuestos, y una siniestra intervención en las actividades de la empresa privada. El que Obama insista en la urgente necesidad de redistribuir la riqueza para combatir la pobreza le merece la abominable etiqueta de "socialista" o, lo que es peor, la de comunista. Se le acusa de su programa de "impuestos transformativos" que se usarán para seguir sosteniendo su programa de salud para todos, considerado una inaceptable invasión a la profesión de servicios médicos.

Lograr la aprobación legislativa del programa de salud que beneficia a 47 millones de norteamericanos que carecían de un seguro, fue una batalla que costó una porción importante de su capital político. Los embates del ala republicana no han cesado insistiendo en los costos que tendrán que cubrir los contribuyentes y acusando al esquema de ser medicina "socialista".

La legislación para controlar el comportamiento de los banqueros y los que manejan las bolsas de valores ha sido uno de los golpes más importantes dados por Obama, con atención muy especial dirigida a los astronómicos sueldos y beneficios que se recetan los líderes financieros del país. También ha habido reformas importantes para controlar a las compañías que certifican, cobrando, de la solvencia y salud de los emisores públicos y privados, del papel que se registra en la bolsa.

La decisión de por fin quitar las fuerzas de combate de Irak, responde a una honda preocupación del pueblo norteamericano. Su intento de lograr la paz en el Medio Oriente reuniendo a los judíos con los palestinos, dos acontecimientos de importancia ya también están provocando las críticas de la oposición republicana que no perdona y que provocan rumores de que, después de todo, Hussein Obama es en realidad musulmán.

Obama se enfrenta a fuerzas profundamente arraigadas en la mentalidad de sus conciudadanos. Imposible le resulta contrariar la obstinada libertad de comercio de armas, luchar contra el extendido consumo de drogas que forma parte ya el estilo norteamericano de vida, avanzar hacia fórmulas para solucionar el problema de inmigrantes.

Sin una mayoría demócrata en el Congreso que lo apoye, Obama ha quedado muy debilitado para continuar sus programa de reformas. La oposición republicana no le perdona ni su origen ni sus intenciones renovadoras para hacer avanzar a su país en un mar de retos heredados y emergentes, internos e internacionales; atado por su propio pueblo a una gestión frustrada de antemano. No sé si todo esto le suene a algo familiar al observador mexicano, 2 de septiembre 2010.

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