La convocatoria del llamado Consejo Lagunero de Iniciativa Privada a una protesta por la falta de seguridad pública en nuestra ciudad y región, que habría tenido como escenario el primer juego por la final del Futbol Mexicano en el Estadio Corona de Torreón, resultó un fiasco que deriva de la falta de representación del convocante y la impertinencia de la medida.
El fracaso preocupa porque el problema de inseguridad es una realidad, y a la debilidad de las autoridades de todos los niveles de gobierno para hacerle frente, se suma la inconsistencia de una sociedad incapaz de generar líderes, en torno a los cuales se articule y cierre filas para resolver ésta y otras cuestiones graves.
En su desatinada ocurrencia, el vocero del CLIP centra sus críticas en el Gobierno Federal evitando todo señalamiento a las autoridades locales, lo que de entrada revela una manipulación política del tema, que elude el tratamiento de fondo cuya solución exige la participación concertada de todos los actores políticos y sociales.
Existe otro desacierto que consiste en incurrir en la "viveza" de montar la protesta luctuosa en un juego de futbol que por naturaleza tiene un carácter festivo y comercial, para robar un espacio físico y televisivo que aunque sostenido por la afición futbolística es propiedad de la empresa dueña del equipo, que a su vez tiene comprometidos dichos espacios con sus patrocinadores.
No cabe duda que la seguridad pública es más importante que el futbol y hasta la simple comparación resulta odiosa sin embargo, en el caso no se trata de confrontar seguridad y el futbol, sino en la disyuntiva de usurpar el tiempo y espacio que corresponden al futbol para otro fin distinto o de hacer una revoltura. Por eso deviene socialmente destructiva la siembra de cizaña que plantea una lucha dialéctica entre diversión y protesta es decir, entre el equipo Santos Laguna y sus seguidores.
Es evidente que lo que falta es liderazgo. Liderazgo social en general y liderazgo empresarial en particular. El sistema priista imperante en Coahuila ha cooptado las dirigencias de casi la totalidad de los organismos y consejos ciudadanos, los cuales ha convertido en caja de resonancia de los intereses del grupo en el poder. A ello obedece que el llamado del CLIP no represente a nadie y que su vocero carezca de legitimación, así como que los Consejos Ciudadanos en materia de Seguridad Pública y otros rubros de participación, estén reducidos a meros membretes vacíos de contenido y liderazgo.
Claro que tal situación es en gran parte responsabilidad de los ciudadanos, que somos incapaces de organizarnos frente a la violencia del crimen organizado y frente a un ejercicio del poder conflictivo y mediocre.
En el caso de la Comarca Lagunera, lo que se requiere es concretar la colaboración y la exigencia de la sociedad frente al Gobierno en sus tres niveles, lo que obliga a líderes de opinión y dirigentes formales o informales de la comunidad a presentar una agenda de trabajo conforme a las responsabilidades que les competen respectivamente a Federación, Estado y Municipio, en materia de seguridad.
Este esquema aplicado al Gobierno Municipal de Torreón, tendría por objeto la regeneración de la policía preventiva a partir del reclutamiento, capacitación y operación del personal indispensable para que la corporación actualmente inexistente vuelva a la vida, en base a un calendario que permita exigir y evaluar resultados a corto, mediano y largo plazo.
En tal esfuerzo, corresponde a la Federación proveer los recursos económicos necesarios, aumentar la presencia de la Policía Federal Preventiva y al Gobernador Moreira, dejar el estilo rijoso y de confrontación con los otros niveles de gobierno, que en el pasado reciente contribuyó a dañar la estructura urbana de Torreón y en el presente abona a la inseguridad.
Es cierto que la convocatoria a la participación social no es fácil, porque el mayor problema de nuestra vida pública consiste en la deserción cívica sin embargo, en la historia remota y reciente de nuestra región y país, abundan ejemplos que indican que tenemos la capacidad de organizarnos y generar liderazgos, en torno de los cuales se mantenga la esperanza en un futuro promisorio.
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