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Orlando Zapata

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LUIS FERNANDO SALAZAR WOOLFOLK

La semana pasada murió en la ciudad de la Habana, Orlando Zapata Tamayo, disidente cubano que sucumbió en una huelga de hambre que emprendió en protesta contra el régimen de los hermanos Fidel y Raúl Castro Ruz, que durante los últimos cincuenta años han hecho de la Isla de Cuba un inmenso campo de concentración.

A la inmolación del hombre siguió la respuesta del régimen que de inmediato recurrió a la trillada excusa de culpar a los Estados Unidos de Norteamérica, cuyo gobierno según los hermanos Castro, patrocina toda forma de disidencia al interior de la Isla.

Orlando Zapata nace el 15 de mayo de 1967 cuando el régimen castrista cumplía ocho años de imperio y nunca salió del territorio de Cuba. Lo anterior quiere decir que Orlando fue adoctrinado desde la escuela primaria en el sistema comunista y no conoció otra cosa que el cautiverio que sufre la sociedad isleña.

Guajiro y mulato, albañil y plomero de profesión, Orlando está al abrigo de cualquier sospecha que pueda relacionarlo con intereses imperialistas políticos o económicos. Su disenso se explica en virtud de la natural propensión del ser humano a la libertad, y en su capacidad crítica frente a un régimen oprobioso que tritura la dignidad de la persona humana, hasta el extremo de hacer la vida de este mundo insoportable y ver en la muerte la única salida.

Toda mente racional está en condiciones de advertir la incongruencia entre el discurso libertario del gobierno castrista y la opresión cotidiana en la práctica, por lo que las opciones de libertad y las alternativas de cambio que en el caso derivan en rebeldía heroica, se presentan en ciertos espíritus privilegiados como es el caso de Orlando, que reaccionan frente a situaciones adversas en Cuba o en cualquier parte del mundo.

El hombre fue creado para ser libre y por ello, los gobiernos están obligados a garantizar el ejercicio de esa libertad construyendo el poder político en base al consenso voluntario de las mayorías, al propio tiempo que acepten y den cauce a las disidencias que son propias de la pluralidad y la diversidad.

Sin embargo, el comunismo marxista pretende el control absoluto de la persona y de la sociedad, por medio de sistemas que al través de adoctrinamiento e ingeniería social ejercen una violencia física y moral que busca matar el alma afectando sus facultades esenciales, la inteligencia y la voluntad, y convierten al gobernado en zombi al servicio del Estado comunista o mejor dicho, al servicio de la minoría fanática y enferma de poder que suele controlar esa clase de estados.

La muerte de Orlando Zapata es o un episodio más del Archipiélago Goulag denunciado por el escritor ruso y también disidente Alejandro Solzhenitzyn, en una extensa producción que lo hizo merecedor del Premio Nobel de Literatura en 1970, en cuya obra documenta la aniquilación de cincuenta millones de seres humanos víctimas del marxismo-leninismo. (El Primer Círculo, Pabellón de Cancerosos, Un día en la vida de Iván Denisovich, etcétera).

Orlando fue privado de su libertad el 6 de diciembre de 2002 y condenado a treinta y seis años de prisión por "desacato, desorden público" y "desobediencia", fórmulas legaloides que en las dictaduras engloban toda forma de conducta disidente, razón por la cual Amnistía Internacional lo clasificó como preso de conciencia. El mártir permaneció en prisión hasta el día de su muerte, sometido a los más crueles tormentos físicos y psicológicos para doblegarlo.

La lucha de Orlando Zapata por la libertad de Cuba continúa, como lo prueba la huelga de hambre que en apoyo de su causa sostienen otros disidentes presos, así como las protestas públicas que en relación a su sacrificio originaron una represión feroz con resultado de otras treinta y cinco personas detenidas en la ciudad de Camagüey.

De la disidencia cubana poco se sabe porque el régimen de terror de los hermanos Castro, goza de un poderoso cerco político e informativo que opera a favor de la dictadura fuera de Cuba. A nivel continental reciben el apoyo de Hugo Chávez y asociados que impulsan una nueva edición de la pesadilla totalitaria en América, y en México los hermanos Humberto y Rubén Moreira, desde el Gobierno del Estado de Coahuila, dispensan a los déspotas cubanos una simpatía que ofende a los anhelos democráticos de nuestro pueblo.

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