"La historia se repite siempre: primero como tragedia
Y luego como farsa."
Karl Marx
En México ya vimos la película en los gobiernos de Luis Echeverría y José López Portillo. Lo que hoy está ocurriendo en Venezuela no debería sorprendernos.
A pesar de que el precio del petróleo subió 78 por ciento en 2009, el 8 de enero el presidente Hugo Chávez de Venezuela ordenó una fuerte devaluación del bolívar. Como López Portillo en el México de 1982, Chávez creó dos mercados cambiarios distintos: el primero, para productos prioritarios, entre los que ha incluido alimentos, medicinas, maquinaria, libros, artículos tecnológicos, todas las importaciones del sector público y todas las remesas al exterior, y cuyo tipo de cambio pasó de 2.15 a 2.60 bolívares por dólar; el segundo, para el resto de los productos, con una paridad que aumentó de 2.15 a 4.30. En el mercado negro, sin embargo, el dólar ya rebasaba los 6 bolívares este pasado 6 de enero.
La devaluación ha generado una lógica escalada inflacionaria. Venezuela importa la mayor parte de sus productos de consumo. Siempre lo ha hecho, pero las políticas de hostigamiento a la inversión privada han aumentado esta dependencia. Los incrementos de los precios son así inevitables. Pero en lugar de aceptarlos, Chávez ha cerrado y amenazado comercios para que se abstengan de subir los precios.
Como ocurrió en el México de 1982, el mercado negro habrá de generalizarse en la economía venezolana. Muchos productos básicos empezarán a escasear, si es que no lo han hecho ya. El Gobierno de Chávez responsabilizará a los especuladores, como lo hizo López Portillo en nuestro país en 1982, pero la situación es consecuencia de las medidas adoptadas por su propio Gobierno.
Cuando existen dos tipos de cambios, y con una diferencia tan grande como la que ha establecido Chávez por decreto, la tendencia a la corrupción es inevitable. El premio por hacer pasar divisas de un mercado a otro es tan fuerte que no faltará quien ceda a la tentación.
Hasta este momento Chávez ha logrado que la inflación oficial de Venezuela se mantenga en alrededor de 30 por ciento al año. Si bien es la mayor de toda Latinoamérica, dista de los niveles desastrosos que alcanzó en distintos países de Sudamérica en los años setenta y ochenta. Los precios, sin embargo, están contenidos por enormes subsidios a los precios de los combustibles -la gasolina cuesta apenas unos centavos por litro-y de los alimentos, mientras que la capacidad del Gobierno venezolano de mantener estos subsidios se deteriora constantemente.
Chávez se enfrenta en estos momentos a dos opciones para sobrevivir económicamente. Una es la eliminación de tajo de todos los controles sobre el mercado, lo cual generaría primero un desplome y luego una recuperación lenta, como la que vivimos los mexicanos tras la crisis de 1982. La otra es abandonar toda pretensión de mantener una economía de mercado. Considerando la trayectoria del presidente venezolano, es más probable que veamos un intento de establecer una economía abiertamente comunista que un esfuerzo por reestablecer los mercados.
Hugo Chávez parece haber logrado lo que no consiguieron ni Lenin, ni Mao, ni Fidel Castro: crear un sistema comunista sin una revolución violenta. Habrá que ver, sin embargo, cuánto tiempo puede mantenerse este sistema que ya ha fracasado cada vez que alguien ha querido imponerlo.
Recibo un correo: "Es un error decir que marcas como XX o Tecate serán holandesas por el cambio de manos de la tenencia accionaria [de FEMSA]... Las marcas nacieron en México y se fabrican en México por manos mexicanas. Sus empleados y directivos seguirán siendo mayoritariamente mexicanos... Es un absurdo que sigamos promoviendo la idea de que si el capital no es 100 por ciento mexicano el producto tampoco lo es. Este tipo de pensamiento nos tiene sumidos en un nacionalismo estéril que muy poco nos ha ayudado." La verdad es que el correo tiene razón.
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