Los seres humanos estábamos de alguna manera preparados para enfrentar la ansiedad y la angustia que se derivaba de nuestros problemas existenciales (pérdida de nuestra salud, de seres queridos, abandono de nuestro cónyuge, etc.), y de nuestros conflictos emocionales (traumas infantiles, percepciones equivocadas de la realidad, etc.)
Hoy en día, la situación ha cambiado drásticamente: a los anteriores problemas de ansiedad y angustia, se añade un incremento en la intensidad de esta ansiedad y angustia, y un aumento muy considerable, de las personas que están experimentando una ansiedad y una angustia que anteriormente no habían padecido.
A estas intensidades y aumentos, la Organización Mundial de la Salud, Organismo de la Organización de las Naciones Unidas, ha afirmado en repetidas ocasiones, que la "depresión", será la epidemia más importante a partir del año 2020.
¿Qué sucedió?: que la sociedad salvajemente capitalista, prometió acabar con la miseria, aumentar la riqueza en cada nación, y llevar la prosperidad y el bienestar a los seres humanos. Y además, desafortunadamente, un alto porcentaje de la población mundial equiparó a esta saciedad del hiperconsumo con la "democracia", como si la una no pudiera existir sin la otra.
A las naciones democráticas avanzadas como Noruega, Finlandia, Dinamarca, Suecia, España, Francia, Alemania, y muchas más, carecieron de una pedagogía política, que instruyera al mundo en el sentido de que sus democracias solamente podían garantizar la libertad de las personas, una real separación de poderes, un sistema judicial efectivo, y una defensa de los derechos humanos; y no necesariamente, que las democracias fueran constructoras directas de riqueza económica y de justicia social.
A estas naciones les faltó también, instruir al mundo en el sentido de que las sociedades capitalistas no constituían ni podían jamás constituir "por sí mismas", la garantía de que esos pueblos viviendo en el ultracapitalismo, necesariamente gozarían de bienestar y de justicia social.
"Ante los hechos, no hay argumentos", decía un adagio de la Roma Antigua. Los hechos son estos: las promesas de bienestar, de justicia social, y de una mejor convivencia social, de las sociedades más capitalistas, no se cumplieron. Estas sociedades del consumo desenfrenado hicieron creer a los seres humanos, que en el "futuro" encontrarían el Cuerno de la Abundancia y de una óptima convivencia social. Los hechos son estos: en los Estados Unidos de Norteamerica (modelo del capitalismo triunfante), más de dos millones de personas ocupan las cárceles de ese país, y varios millones más de delincuentes no han podido ser detenidos. En este país, viven más de cincuenta millones de personas que viven en la miseria, según lo ha dicho el Gobierno de Washington. La violencia ha aumentado considerablemente, el racismo, el odio a los migrantes ha llegado a niveles de una intolerancia total. Y el fraude de grandes empresas causó que quince millones de norteamericanos perdieran su trabajo.
Las naciones capitalistas no han podido impedir que cada año mueran más personas por la enfermedad de la Malaria que por el Sida. Pero es lógico que así suceda: los millones de personas que mueren de Malaria y de Sida viven en países pobres y en toda la región miserable del Subsahara en África. Estas sociedades capitalistas no han podido detener la avalancha de seres humanos que día a día viven en una hambruna permanente: para ser exactos, según la Organización Mundial de la Salud, 1,200 millones de personas viven en la miseria alimentaria, y 1,000 millones no tienen acceso al agua potable.
Los seres humanos de esta sociedad mundial "posmoderna", de pronto despertaron de su ilusión del Cuerno de la Abundancia que le reservaba el "futuro", y sus sueños se hicieron añicos: al no llegar el bienestar y la justicia social, sino al revés, empeorarse las cosas, las personas nos hemos sentido engañadas, frustradas, desilusionadas, y con nuevas ansiedades, angustias y depresiones que no se habían generado ante el "futuro" destrozado, al presenciar que ese futuro ya nos llegó en el presente y vino con las manos vacías, pero además, nos llegó con una canasta llena de nuevos y agravantes males: odios raciales, odios por fundamentalismos religiosos, mayor crueldad, y problemas de terrorismo interno y externo.
Ha sido tan fuerte este golpe, nos dice Critilo, que ha nacido en el hombre "posmoderno" una intensa y grave desilusión en nuestros gobiernos y en las instituciones internacionales.
Los grandes pensadores de la Antigua Grecia tenían la razón: nuestras vidas deben estar alimentadas por un poderoso anhelo por la verdad, más fuerte, que el instinto de conservación de la vida. Esto nos llevaría en no estar esperanzados a futuros "comercializados" por los más fuertes. Epicuro, Séneca, Marco Aurelio, ya nos indicaron el buen camino hace más de dos mil años: nuestras vidas debemos vivirlas en la austeridad, en un inmenso deseo de solidaridad con los más débiles y necesitados, rechazar los lujos y lo innecesario, y siempre impulsados por la fuerza más poderosa a la que podamos acudir: el amor a los otros.