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PALABRAS DE PODER

SOY LA VERGÜENZA Y QUIERO HABLAR

JACINTO FAYA VIESCA

¡No se ha comprendido en toda su profundidad, de qué estoy hecha! Soy un sentimiento que varía en intensidad y complejidad, pero de una importancia enorme para todas las personas.

Cuando un ser humano siente Vergüenza, experimenta (con o sin fundamento) un sentimiento penoso porque cree que ha tenido cierta pérdida en su dignidad, ya sea por su culpa, o porque otra persona la haya ofendido o humillado en cierto sentido.

También, la Vergüenza la experimentan ciertas personas ante otros, pues se sienten cohibidos, apenados, debido a su temperamento tímido, o al hecho de que consideran que son inferiores a las personas ante las que hablan.

Me conozco, pues como Vergüenza que soy, sé que íntimamente guardo un orgullo y un sentimiento de valor propio. A veces, mi Vergüenza es la expresión de un amor propio exagerado, aunque también puede ser el resultado de que la persona se siente poco, tiene una pobre estimación de sí misma.

Sé, que mi Vergüenza está compuesta de una fina y delicada complejidad de sentimientos, evaluaciones, prejuicios, etc. Pero sé también, que toda persona sana la experimenta con alguna frecuencia. La persona que carece de Vergüenza, sería el cínico. Y sé también, que hay una Vergüenza enfermiza, que hace que las personas encojan su ánimo y sean incapaces de reclamar lo que les pertenece.

Mi complejidad -dice la Vergüenza-, tiene también conexiones con un exceso de modestia, y en las mujeres, con un exceso de pudor. No soy buena ni mala, soy simplemente un sentimiento que nunca se da puro, que nunca responde a un solo motivo o causa, sino que está vinculado con múltiples factores.

Sin mí -dice la Vergüenza-, los seres humanos serían cínicos, y no tendrían una medida justa de las cosas. Un poco de Vergüenza puede ser la prenda más encantadora para una mujer, y un indicador de confianza en un hombre.

Sé que hay una Vergüenza "ajena", y es la que una persona siente por algo que otro hace o dice. Esto se da con mucha frecuencia, y denota, que el experimentar Vergüenza "ajena" es porque hay en él una susceptibilidad a experimentar la Vergüenza en múltiples sentidos.

Hay asuntos "vergonzosos", y son aquellos que contienen elementos que van contra la moral, el pudor, la dignidad, o el buen gusto. La Vergüenza es un diamante para las mujeres que están en la adolescencia. Las almas delicadas (en mujeres y hombres) saben en lo más profundo de su interior, que si una vez, pierden la Vergüenza, es casi imposible que la vuelvan a recuperar. Si vemos que una persona se "ruboriza", vamos bien, pues intuimos que tiene sentido del decoro y de la dignidad. Como también sabemos, que un malvado es imposible que pueda ruborizarse.

Si examinamos la vida de los hombres -dice la Vergüenza-, nos damos cuenta, que la historia universal nos enseña que en muchos sentidos, la Vergüenza es la madre de grandes virtudes. ¿O no lo es, de la reputación, del decoro, de una timidez respetuosa, del pudor, de la modestia, de la dignidad, de la honra?

Cuando las personas desean cometer actos indebidos a la moral, es muy difícil que dejen de cometerlos gracias a su fuerza de voluntad. En estos casos, la voluntad es impotente; pero cuando se imaginan la Vergüenza que va a recaer en ellos si son descubiertos, dejarán de cometerlas. Siempre ha sido la Vergüenza, a través de la evolución del hombre, un sentimiento muchísimo más poderoso que la voluntad, para no violentar la moral, la dignidad, o lo justo.

Critilo opina, que la Vergüenza constituye uno de los sentimientos capitales del ser humano. Critilo recuerda un hecho absolutamente histórico, sucedido en Atenas, unos doscientos años antes de Cristo. El suceso consistió en que se comenzó a dar un fenómeno muy extraño: se empezaron a suicidar jovencitas atenienses (solo mujeres), incrementándose alarmantemente los suicidios en un lapso de dos meses. Nadie podía explicarse el fenómeno, pues el suicidio lo cometían solamente mujeres adolescentes y jóvenes de todas las clases sociales. La ola de suicidios nadie podía pararla.

Pero un día, un sabio ciudadano habló con las más altas autoridades de Atenas, recomendando una medida que fue absolutamente eficaz. El Gobierno de Atenas dictó un Edicto, mismo que se escribió en unos avisos que fueron pegados a la vista de todos, en los edificios más importantes de la ciudad, en los mercados, y en los lugares de recreación. El Edicto decía, que todas las mujeres que se suicidaran, serían desnudadas y sus cuerpos desnudos serían expuestos en los lugares más concurridos de la ciudad, para que todos supieran y conocieran los rostros y cuerpos de las suicidas. A los pocos días, como por arte de magia, la ola de suicidios se paró totalmente, y en mucho tiempo no volvió a darse otro.

Critilo observa, la fuerza del sentimiento de la Vergüenza en éste hecho histórico, pues tuvo más impacto el sentimiento de Vergüenza que todos los factores por los cuales deseaban suicidarse. ¿Qué podría importarles a éstas adolescentes y jovencitas, que la exhibieran desnudas, una vez muertas? ¡Pues sí, muchísimo tendría que ver!: la representación de un posible sentimiento de vergüenza al poder ser vistas desnudas en lugares públicos, bastó para desistir de su propósito.

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