Para Epicuro, el "placer" constituía el bien más apreciado. La claridad de espíritu de este sabio griego nacido dos siglos antes de Cristo, es única en la historia.
Ningún filósofo ha sido tan mal estudiado y entendido como este pensador de una grandeza excepcional. No es verdad que este filósofo invitara a los hombres a una vida inmoral y desordenada. Su filosofía nos enseña, precisamente, lo contrario.
Epicuro concebía al "placer" como un bien supremo y como el objetivo más importante de cada ser humano. Su excelencia de espíritu y su sólida moral lo distinguió como un hombre de un comportamiento humilde, sencillo, tolerante, y jamás se le conoció un solo vicio degradante.
Y es que Epicuro es el primer ser humano que expone una sabiduría práctica de vida enteramente original, y de tal alcance, que pensadores como Nietzsche lo han considerado un hombre divino. Epicuro entendía por "placer", la ausencia de sufrimientos y dolores, y no la exacerbación de la gula, del erotismo y de todo placer sensual. El espíritu de Epicuro le da una lección a la humanidad, que hoy más que nunca, nos resulta indispensable.
Nuestro pensador de la Grecia Antigua, siempre predicó la necesidad de vivir una existencia sencilla, sin el menor lujo, austera y caritativa. Es el primer pensador que se atreve a decir que la felicidad de los seres humanos es imposible encontrarla en la riqueza, el poder político, o la vana fama. Lo único que Epicuro nos pedía es que tratáramos a toda costa de evitar la mayor cantidad de sufrimientos y dolores emocionales y físicos. Nos decía, que en la medida en que fueran disminuyendo nuestros sufrimientos, nuestro espíritu empezaría a encontrar la satisfacción personal y la libertad.
Hoy en día, las estadísticas internacionales le dan la razón al sabio griego. En una reciente encuesta, se comparó a dos naciones con muy similares "niveles de felicidad": Se trata de Nigeria, país africano, y de Japón. Los dos países gozan de niveles idénticos de felicidad, con la salvedad de que el ingreso económico de los japoneses es veinticinco veces superior al ingreso económico de los nigerianos.
Es cierto que Epicuro propone una visión profana del mundo y una visión sin dioses. Pero es cierto también, que este sabio incomparable nos hizo ver antes que nadie, la belleza de la Naturaleza, y que cuando somos capaces de vivir y de admirar la belleza y la belleza de la Naturaleza, nuestra existencia se convierte en una vida divina.
Luchar por escalar el éxito económico y social es una lucha confusa y prácticamente inalcanzable, pues el ser humano es inconforme por naturaleza. En cambio, nos dice Epicuro, que tratar de evitar el sufrimiento sí es una meta tangible y que depende en gran parte de nosotros.
Sócrates, cien años antes de Epicuro, defendió la ruptura de la unidad esencial entre el espíritu y la materia. El pensamiento de Sócrates, desgraciadamente, influyó decisivamente en todo el pensamiento occidental. Y en el siglo XVII, Descartes, con su descomunal inteligencia imprimió su sello decisivo al defender la separación del alma y del cuerpo. Sócrates y Descartes, sembraron las semillas de futuros males inimaginables.
Por suerte, contamos con las enseñanzas de Epicuro, quien fue el más grande defensor de la "unidad esencial de espíritu y materia". Walter F. Otto, gran estudioso de Epicuro, en una obra suya de inmenso valor, escribió:
"Epicuro pensaba del mismo modo: escuchar la voz amena de la naturaleza, aprender a escindir lo que ella puede y espera de la materia y el espíritu. Esta voz natural hace resonar la vacuidad que esconden las ambiciones, los bienes materiales y el poder, y nos guía sabiamente hacia la vida de la autosatisfacción. Esto era para él la verdadera "libertad", aquella que abre al sabio la auténtica fuente del bienestar y que regala al hombre el más alto sentimiento de grandeza. Esta es la libertad que Epicuro alaba como el bien más preciado, y en la que el sabio puede disfrutar de la felicidad y la bienaventuranza que se conjugan en el placer".
Critilo nos dice, que esta reflexión de Otto sobre Epicuro, si la comprendemos bien y si nos empeñamos en seguir el modelo de vida de Epicuro, nos colmaría de más felicidad que la más florida cultura, o que la vida más esplendorosa basada en lo vacío de nuestras ambiciones.
En la Antigua Roma, se acuñó este valioso pensamiento: "Feliz sencillez, feliz tranquilidad. La tranquilidad es propia de la gente sencilla".
¡Démonos cuenta!: no es cierto que el hombre de hoy en día esté comprometido con el Dios de su religión. Más bien, está echado en brazos de los dioses monstruosos de la codicia, la ambición desenfrenada y la riqueza.