Entrar al pensamiento de los más grandes hombres de la historia, es invitar a nuestro espíritu a que se ilumine por una luz que nos revela grandes secretos para vivir nuestra vida con mayor sabiduría.
Nietzsche, dada su privilegiada cabeza, su grandeza de alma y su fina sensibilidad, es uno de esos grandes hombres de la humanidad. En su obra, "Humano, demasiado Humano", llamó a una de sus reflexiones con el siguiente nombre: "La malignidad es rara", y en esa reflexión nos dice: "Casi todas las personas están demasiado ocupadas consigo mismas como para ser malignas".
Comúnmente creemos que un determinado porcentaje de personas son realmente "malignas". La malignidad es la propensión a pensar u obrar mal. En consecuencia, toda persona maligna es perversa. A nadie escapa el hecho de que hay personas de una malignidad brutal. Sabemos que la violencia y la crueldad se da, pero el porcentaje de personas con éste comportamiento, es realmente, muy reducido.
Si examinamos cada una de nuestras vidas, nos daremos cuenta que la gran mayoría de nosotros no hemos sido dañados por la malignidad de ciertos seres humanos. Es cierto, que ninguno de nosotros ha escapado de alfilerazos causados por envidias y engaños de otros. Pero comúnmente, las grandes afectaciones que hemos sufrido se han debido a nuestra propia negligencia o a la negligencia ajena.
Las personas estamos tan centrados en nuestras preocupaciones y quehaceres, que realmente no pensamos en los otros, a no ser que se trate de nuestro cónyuge, hijos, y seres muy queridos o cercanos.
Pasando a otra meditación muy diferente, Nietzsche, en su obra, "Crepúsculo de los Ídolos", tituló a uno de sus pensamientos con el siguiente nombre: "Regla Suprema". En éste pensamiento, nos dijo: "Es preciso 'no dejarse ir' ni siquiera delante de sí mismo". Puede resultarnos difícil comprender a cabalidad esta reflexión. Es necesario saber que Nietzsche en su vida privada era un hombre que sentía una profunda soledad, y que cuando alguien estaba dispuesto a escucharlo, soltaba sus pensamientos con la más cándida ingenuidad. Hambriento de compañía, se derramaba con sus oyentes.
Nietzsche es uno de los tres más grandes psicólogos de la humanidad. Cuando nos aconseja que "es preciso no 'dejarse ir' ni siquiera delante de sí mismo", nos quiso aconsejar lo siguiente: que tomemos conciencia de lo débiles que somos para contenernos sobre una serie de pensamientos y sentimientos. Los chismes, el hablar mal de otros, el juzgar a las personas sin tener la menor prueba, el calumniar y la ligereza sobre opiniones sobre cualquier tema, siempre ha constituido una de las fuentes más dañinas para nosotros.
Incluso, cuando se nos pide un consejo o una opinión sobre alguna determinada cuestión, no nos conformamos a opinar sobre ese tema concreto, sino que empezamos a introducir una serie de ideas que no guardan la menor relación con el tema inicial. ¡Y es que nos dejamos ir con demasiada facilidad!
También, Nietzsche nos pide que no nos dejemos ir ni siquiera delante de nosotros mismos. Este gran pensador observó nuestra gran facilidad para conversar con nosotros mismos (casi siempre mentalmente) de una manera perjudicial y sin ningún sentido. Y es cierto, y más lo es en las cosas en que empezamos a conjeturar y a suponer, lo que conduce a que nuestra autoconversación se convierta en un desastre.
Empezamos a platicarnos algo, y si es sobre una cuestión que pueda dañarnos en lo futuro, nuestra imaginación empieza a desbordarse. Nuestra plática comienza a pintar de rojo nuestras palabras, rojo que revela sentimientos encendidos de todo tipo.
Tenemos la intención de pedirle un favor a alguien. Y antes de ver a esa persona comenzamos a hablar por ella, quien nos niega el favor. Nuestra cólera o miedo se incrementa, pues nos ha negado lo que tanto necesitábamos. Y si se trata de algo verdaderamente importante, al hablar nosotros como si la otra persona estuviera hablando realmente, podemos caer en la tristeza, el pánico, o la desesperación.
¡Ya estamos en el consultorio del médico! Y antes de que el médico opine sobre el problema para el que fuimos a visitarlo, durante días, semanas o meses atrás, empezamos a hablar en sustitución de ese médico. Nos imaginamos su cara de seriedad y nos decimos el terrible diagnóstico. Pues bien, pasamos con el médico y nos dice que esas bolitas que tenemos en el pecho son de grasa y no de cáncer como nosotros temíamos, y que ni siquiera es necesario extirparlas ya que son totalmente inofensivas. Lo único que nos receta, es que no pensemos absolutamente en ello.
Critilo nos dice, que muy seguramente, la fuente de nuestros mayores sufrimientos consiste en que nos "dejamos ir" en la autoplática como lo señala Nietzsche. Séneca escribió: "Es una temeridad condenar aquello que ignoramos". Y también Critilo nos da una máxima de la Roma Antigua, para aquellas cuestiones que no tienen sentido: "No tiene pies ni cabeza"