EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

PALABRAS DE PODER

JACINTO FAYA VIESCA

Comúnmente pensamos que la toma de conciencia de mí “Yo”, de nuestro “Yo”, es un legado de las filosofías orientales. En las antiguas filosofías de Oriente, la toma de conciencia del “Yo” está siempre ligada a dimensiones religiosas y espirituales.

En cambio, en Occidente, a partir de la Revolución Industrial en Inglaterra, y muy especialmente en los últimos setenta años en América y Europa, la conciencia del “Yo” es absolutamente diferente a lo que sucedía en el Oriente.

Esta poderosa “Conciencia del Yo”, ha sido la palanca más importante para la acumulación de riqueza económica. Y nada hay más efectivo para el éxito económico personal que este tipo de “conciencia”. Junto a este fenómeno, la “espera del futuro” agudiza la “conciencia del Yo”, y ambas, se convierten en los más importantes instrumentos para producir riqueza individual.

Desgraciadamente, las personas que ya tienen una poderosa “conciencia del Yo”, no se dan cuenta que todo lo que hacen es en vista al futuro: el acrecentamiento de su riqueza personal.

La “conciencia del Yo”, y la “espera del futuro”, producen también desgracias personales y sociales. Estas personas operan solamente con una serie de cualidades y capacidades personales; por cierto, se trata de las cualidades y capacidades menos nobles y humanas: se esfuerzan al máximo por ser muy eficientes, por avivar y fortalecer su espíritu empresarial, por tener vista de lince para descubrir las oportunidades de lucro y ventaja. Si se trata de un médico, con frecuencia se afana en ser un profesional sumamente capacitado y entregado en cuerpo y alma a favor de su progreso profesional, aun cuando no recuerde ni festeje los cumpleaños de sus hijos.

Grades financieros capaces de enfrentar serios problemas en las empresas o el Gobierno, pero lamentables tacaños con sus hijos y seres queridos. La vista de linces y de águilas para el lucro personal, se convierten en vista de topos para el interés de su prójimo.

Por lo general, todo hombre grande en la política y en los negocios son invidentes para los valores, preocupaciones y pensamientos de los otros. La inmensa habilidad para obtener el éxito personal, en la gran mayoría de los casos está construido bajo una radical conducta discriminatoria: todo lo que me convenga lo aprovecho; y todo lo que me pueda alejar de mis intereses por entrar al mundo de los otros, simplemente lo rechazo.

Es imposible que una persona que goce de una poderosa “conciencia del Yo”, no se autojustifique en sus conductas predatorias y altamente inmorales.

Por ejemplo, un multimillonario podrá autojustificarse en su conducta de evadir impuestos, diciendo que los millones que evade él los va a invertir para generar más empleos; y que si pagara los millones evadidos, el Gobierno los gastaría mal o se los robaría.

La poderosa “conciencia del Yo” siempre va a decirnos que somos superiores a los demás.

Nos va a indicar siempre, que nuestros juicios técnicos y morales son los acertados, y que en ese sentido nosotros somos los morales, justos y buenos. Esa “conciencia del Yo” nos dice que los demás están en esas condiciones de pobreza y de desamparo, por la simple razón de que son flojos, tontos, sin visión para los negocios, y por su falta de carácter.

¿Quién de nosotros cree realmente, que a los mil más grandes millonarios del mundo (salvo muy valiosas excepciones), les importen la miseria de los mil millones de personas más pobres del mundo?

Es increíble que personas muy inteligentes de todas las naciones, crean que la humanidad se encuentra en un proceso de progreso ininterrumpido que beneficia a la población mundial, y que crean también que la humanidad es cada vez más humana y sensible a las necesidades de los demás.

Las cifras de la Organización de las Naciones Unidas, nos dicen lo siguiente: sólo entre Estados Unidos, Japón y Alemania, consumen más energía que las restantes ciento noventa y tres naciones del planeta. Critilo sabe, que la “conciencia del Yo” despierta en el ser humano sus instintos más primarios.

Tendencia poderosa a depredar, codicia, envidia, etc., y no permite esa conciencia, que florezcan las cualidades más nobles como la bondad, que es la fuerza más poderosa con que cuenta el ser humano en lo personal, y la humanidad en lo general.

Al hombre que le importa el éxito personal económico como un interés fundamental de su vida, revela ya, una ceguera ante los valores supremos de la existencia. Al capitalismo salvaje lo mueven dos motores: la codicia, y la envidia. De esta corrupción del espíritu nada bueno puede esperar la humanidad.

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 533146

elsiglo.mx