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PALABRAS DE PODER

LA ABSURDA ILUSIÓN ANTE LA CIEGA CIENCIA EN LA ESPERA DEL FUTURO

JACINTO FAYA VIESCA

Independientemente de nuestro grado de escolaridad, los seres humanos de todos los países desarrollados y de aquellas naciones que están en vías de desarrollo, hemos sido convencidos de las “maravillas” de la ciencia y de la tecnología.

La avalancha de aparatos electrónicos para nuestro uso “individual” nos ha hecho sentir que la ciencia y la tecnología ya la tenemos en nuestrasmanos. Esta aberrante innovación tecnológica ha producido el efecto de que nuestra “visión del mundo” esté sostenida en dos premisas: primera, que seamos conscientes o no, todo lo que hacemos en el tiempo “presente”, lo hacemos en vista a una “espera del futuro”; y segunda premisa, que nuestra visión del mundo es esencialmente científica y tecnológica.

Los seres humanos esperamos con una enorme ingenuidad, que en el futuro, la ciencia y la tecnología acaben con la hambruna y la pobreza de casi la mitad de la población mundial. Esperamos que en el futuro, las ciencias como la física, las matemáticas, la genética, la economía, terminen con las guerras, las enfermedades, la violencia, y la paulatina destrucción de nuestro planeta.

Padeciendo de una ceguera impresionante, no caemos en la cuenta, que la ciencia y la tecnología no constituyen ni en una millonésima de parte, ningún tipo de “valores vitales”, como la dignidad humana, la libertad, la justicia social, la tolerancia, la compasión, la benevolencia, y muchos valores más. La ciencia y la tecnología no pertenecen al campo de la Moral y de los grandes valores. La ciencia y la tecnología nada tienen que ver con los extraordinarios esfuerzos del espíritu humano a través de la historia.

De los miles de productos farmacéuticos debidos a la ciencia, las ventas de medicinas, alcanzan en el mundo, quinientos cincuenta mil millones de dólares al año. Y solamente quince de esos miles de productos farmacéuticos, representan el noventa por ciento de las ventas de esos quinientos cincuenta mil millones de dólares anuales.

Los grandes laboratorios mundiales no están interesados en una vacuna contra el Sida, que ya ha cobrado 33 millones de vidas, y con 25 millones de enfermos hoy en día. La malaria mata a más de tres millones de personas al año. Y cada día mueren diez mil niños de menos de cinco años de edad, por infecciones intestinales; más de tres millones y medio de niños al año.

Los riquísimos laboratorios farmacéuticos no están interesados en combatir estos flagelos. ¿Y por qué no lo están? Por la simple razón, de que el Sida, la Malaria y las enfermedades intestinales que matan diez mil niños diarios, se trata de enfermedades que atacan a las personas más miserables del Subshara del continente Africano, y de los grupos más pobres del Caribe, de toda América Latina, y de los cincuenta millones de negros y latinos que viven en la miseria en los Estados Unidos de Norteamérica.

¡Simplemente, todos estos miserables no son clientes redituables para los laboratorios farmacéuticos internacionales! El que la humanidad crea “ciegamente” que la espera del futuro vale absolutamente la pena, pues en ese futuro se van a presentar las grandes soluciones para los enormes problemas del presente, que padece la humanidad, va a traer gravísimos problemas en las próximas décadas, pues abandonados a una ciencia que sólo será para pocos, iremos debilitando nuestros poderosos instintos vitales y nuestros grandes valores del espíritu, que sí son la solución para los graves problemas de la humanidad.

Con una ingenuidad que raya en lo monstruoso, ¿cómo podemos creer, que los próximos aviones supersónicos, los automóviles que volarán como aviones en unos años más, las televisiones en tercera dimensión, las curas para las cánceres más malignos, van a estar a disposición en los próximos años, para una población mundial cuya mitad vive entre la miseria y la pobreza patrimonial?

¿En verdad creemos, que las más avanzadas medicinas van a ser más importantes que llevarles agua potable y para sus sanitarios, a mil quinientos millones de personas que hoy carecen de ella?

¿Somos tan ciegos para pensar que la ciencia económica va a darle al mundo estabilidad financiera, cuando aun más de cien países están pagando las consecuencias de la quiebra económica del dos mil ocho, en los Estados Unidos?

Critilo está de acuerdo en todos los planteamientos anteriores. Y por ello se pregunta: ¿Confiar en la ciencia del futuro no es una locura, cuando esta ciencia y tecnología las creemos superiores a los grandes valores del espíritu? Dentro de estos grandes valores espirituales, la inteligencia científica parece pálida y analfabeta. ¿A cuáles valores nos referimos? Que nos parecería que mencionáramos a la bondad como la palanca más poderosa que ha tenido la humanidad.

¿Y qué decir de la compasión y la solidaridad, como fuerzas supremas para ayudar a los más necesitados? ¡La ciencia, ante la Ética social, es sólo una vaga sombra!

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