¡No estamos condenados por las estrellas; en la gran mayoría de los casos, somos nosotros mismos la causa de nuestra desdicha!
Nuestro infortunio lo vamos causando con nuestras conductas y actitudes erróneas. Igualmente, nuestra dicha la forjamos con nuestra sensatez, prudencia, y bravura.
¡Realmente, con frecuencia nos comportamos como dementes!: queremos que por arte de magia las cosas buenas nos vengan de fuera y sin esfuerzo, asumiendo la actitud de incapaces de toda realización, o bien, como si creyéramos que tenemos derecho a todo.
¡Por supuesto, que hay que cosechar en el mundo exterior; pero debemos de sembrar las mejores semillas en nuestro mundo interno! Primero que todo, hagamos el propósito de descubrir cuáles son nuestras cualidades y capacidades potenciales: que son aquellas de las que gozamos por herencia genética, o por educación, sólo que aún no las practicamos.
Si llegamos a tener conciencia de lo "que somos" aún cuando no hayamos ejercido lo mejor de nosotros, podremos empezar a luchar en el mundo exterior; a trabajar y a dar resultados concretos altamente satisfactorios.
Solamente que muchos no comenzamos porque estamos atados a creencias erróneas: no necesitamos, como muchos lo piensan, el permiso de nuestros padres para vivir en plenitud. Para un buen porcentaje de personas, sus padres ya fallecieron, y no se atreven a luchar por su felicidad. Son como niños chiquitos que se sienten obligados a dar cuenta de todo a sus progenitores, aún cuando hayan fallecido.
¡Ya somos adultos y no tenemos que rendirle cuentas a nadie más que a nosotros mismos! ¡Somos los únicos responsables de nuestra conducta! Salvo escasas excepciones, los culpables de nuestra infelicidad no son nuestros signos zodiacales, ni nuestros padres. ¡Y sí lo es, en cambio, nuestra maldita negligencia, la ingratitud ante nuestros benefactores, y los "malos modos" con los demás! Parece, como si el mundo se redujera a "tener buenos o malos modos".
¡Un mal modo engendra monstruosidades, y un buen modo produce milagros! El mal modo convierte la miel en hiel, y el buen modo vuelve maleable al más consistente acero. El buen modo doblega a la mente más obcecada y al más duro corazón, y el mal modo niega lo más justo y razonable.
No existe ningún secreto maravilloso que nos abra las puertas de la dicha. Lo único maravilloso que sí existe es nuestra firmísima decisión de adoptar nuevas actitudes y nuevas responsabilidades ante nuestra propia vida. ¡La culpa no está en la mala alineación de los astros!, sino en la desalineación de conductas que pudiendo ser adecuadas, las torcemos en nuestro perjuicio, como si quisiéramos castigarnos sin piedad alguna.
¡Ya no tenemos edad para culpar a todo el mundo por lo que nos pasa! ¡Ya ni nosotros mismos creemos en este mito en el que cobardemente nos hemos refugiado!
Asumamos la responsabilidad ante nuestro cónyuge, hijos, y ante la propia sociedad, a la que nos debemos. Asumamos la responsabilidad aun, ante nuestros propios sentimientos. Si nos sentimos tristes o preocupados, sigamos trabajando. Si estamos pasando por una grave desilusión o por severos problemas económicos, continuemos con nuestras tareas y dejemos de estarnos lamentando.
En la Edad Media se aconsejaba que al "diablo" se le espantaba con el trabajo. Pero hoy en día, ante nuestras crisis sentimentales hemos encontrado otros caminos: persistir en la angustia que arrastra otra angustia sobre otra angustia; escondernos como asustados; matar por un tiempo nuestra conciencia ahogándola en el alcohol; y maldiciendo la vida que no nos entiende ni nos da lo que queremos, en la forma en que lo queremos, y de manera inmediata a fin de no sufrir ya más.
Critilo está de acuerdo de que es tiempo de empezar a pensar de una manera diferente. Una nueva forma de pensar que nos conduzca a la adopción de sentimientos adecuados, actitudes correctas y conductas eficaces.
Critilo sabe por experiencia propia, que nadie en este mundo nos va a regalar la "Llave de la felicidad", ni que nadie va a asumir la lucha valiente y sensata por nuestra vida. ¡Pero también sabe, que esa "llave de la felicidad" ya la tenemos en potencia, y que todo consiste en abrir las cerraduras del mundo, pero para ello se necesita resolución firmísima, pasión, y valentía.