Sabemos que hoy en día existen 193 especies de simios y monos. Los seres humanos somos una de esas especies vivientes.
Sabemos también, que todas estas especies vivientes venimos de un ancestro común que existió hace seis millones de años, en África.
Pues bien, estas 193 especies de monos y simios, incluyéndonos nosotros, desarrollamos un poderoso instinto y un sentimiento de miedo, que de no haberlo desarrollado, ninguna de las 193 especies de monos y primates, hubieran permanecido.
Hace cientos de miles de años atrás, y aun muchos años más, nosotros, como especie humana, y nuestros ancestros, tuvieron que luchar con un medio muy hostil: el constante enfrentamiento con fieras salvajes, el frío y la sed, el ataque y la lucha a muerte con otros seres humanos, las cacerías de animales a fin de obtener proteína animal, etc.
A lo largo de toda esta evolución, el instinto y sentimiento del miedo, jugó un papel esencial. Al luchar con fieras o con otras tribus de hombres, el miedo producía en el organismo una serie de hormonas y cambios químicos que resultaban indispensables: ya en la lucha cuerpo a cuerpo, la sangre se retiraba de los intestinos y órganos vitales internos, con la finalidad de no desangrarse ante una herida. Se producían sustancias que pudieran cicatrizar rápidamente una herida; el corazón se aceleraba, la temperatura del cuerpo disminuía, y cientos de reacciones fisiológicas y químicas que aún se están estudiando.
El miedo preparaba a nuestros ancestros, para "luchar o huir", como lo demostró el médico inglés, Cannon. En este sentido, el miedo nos permitía más probabilidades de sobrevivir.
¿Y qué pasa hoy en día con el miedo? La situación es totalmente diferente: "El luchar o huir", es una cuestión que ciertas circunstancias imponen al ser humano. Pero la realidad, es que muy difícilmente el "luchar o huir" sea una forma de vida como sí lo fue, hace miles de años.
Ahora, los graves accidentes automovilísticos, los crímenes, los accidentes con maquinas, son tan intempestivos, que el mecanismo de "lucha o huida" no se produce, aun cuando causen la muerte estos accidentes y crímenes.
Hoy en día, el miedo se nos dispara, generalmente, de manera automática, como una reacción instintiva por estar impresa en nuestro código genético. Y la inmensa mayoría de los casos en que se nos dispara el miedo (desde un temor hasta el pánico y el terror), no es debido, en la mayoría de los casos, a una "causa real", sino una serie de figuraciones y pensamientos catastróficos.
En la larga evolución del ser humano, todos los productos químicos que se producían en la lucha o huida, se eliminaban al luchar o al huir. El daño químico era mínimo. En cambio, actualmente, ante los asaltos continuos de miedo por cuestiones "imaginadas", nuestras glándulas producen una serie de sustancias que no nos sirven para luchar o huir, por lo que dichos venenos químicos se quedan en nuestro organismo, minando nuestra salud de una manera inevitable, progresiva, y muchas veces, mortal.
Este miedo injustificado o agrandado desmesuradamente por nuestra imaginación, nos convierte en esclavos de personas y circunstancias. Es un miedo que nos vacía la energía física y emocional. Nos acobarda y asfixia nuestro espíritu. Ante una manchita en la piel, hay muchos que se imaginan un cáncer. Si lo despidieron de su trabajo, se imagina que no podrá encontrar otro. Si su negocio quebró, piensa que es un fracasado y le invade un terror pánico, no sabiendo, que perfectamente podrá salir adelante.
Este miedo sin causas reales, constituye una verdadera maldición para el hombre en lo particular y para la humanidad en su conjunto. Una vez que el miedo se apodera de nosotros, nos puede conducir a una intensa ansiedad crónica, a obsesiones monstruosas (hay muchos que se han suicidado por haber creído que habían contraído el virus del Sida, demostrándose en la autopsia que jamás contrajeron ese virus); ante una aceleración del corazón piensan que morirán de un infarto cardiaco o de un derrame cerebral.
Critilo ha estudiado los estragos del miedo. Millonarios que perdieron grandes cantidades en negocios o en la bolsa de valores, y que aun así seguían siendo muy ricos, prefirieron privarse de la vida, ante el terror imaginario de la pobreza. El miedo ante las amenazas de su pareja de ser abandonado, conduce a miles de personas a suicidarse cada día en el mundo.
Este miedo maldito que nace y se desarrolla en nuestra "imaginación demente y desbocada", destruye la esperanza, las fuerzas espirituales y físicas, y conduce a muchos a la muerte.
Está en nosotros el "parar en seco" a nuestra cobarde imaginación. Adoptemos la costumbre de examinar los hechos objetivamente, y a darnos cuenta que la gran mayoría de nuestros miedos malditos, son sólo monstruos creados por nosotros.