La vida, el vivir, es difícil para todos; y para un porcentaje considerable de la población de cualquier ciudad, la vida es muy difícil. Esta es una afirmación verdadera, aun cuando algunas personas se engañan a sí mismas negando las dificultades de la vida.
Pero sucede algo contradictorio con esta verdad incontrovertible: que en el momento en que reconocemos las dificultades de la vida y aceptamos emocionalmente este hecho, experimentamos un descanso espiritual y nuestra existencia nos deja de parecer muy problemática.
Nuestra vida a lo largo de toda su existencia, nos va a acarrear problemas pequeños, grandes, y algunos endemoniadamente difíciles. Ningún ser humano consciente podrá escapar a este contundente hecho.
El problema comienza desde el momento en que empezamos a exigirle a Dios, a los demás y a nosotros mismos, que la vida "no" debe ser así, sino al contrario: que nos debe ser "siempre" fácil.
El decirnos que si nuestra vida va a nadar en un mar de dificultades, de plano, no podríamos ser felices, de antemano estaríamos en la posición de una radical exigencia irracional: la de pretender que nuestra vida no debería en lo absoluto, sernos difícil.
Esta es, muy seguramente, la exigencia más irracional que podemos abrigar a lo largo de nuestra existencia. Y es que no alcanzamos a comprender que "nadie", ni incluyendo a Dios, nos aseguró que nuestras vidas estarían exentas de dificultades. Una vez, el filósofo alemán, Nietzsche, afirmó: "No hay peor adversidad que el no haber tenido ninguna". Y es que para un mediano porcentaje de personas, sus vidas transcurrieron en sus primeros años, sin problemas. Y al no haberlos tenido, y cuando empiezan a sufrirlos por vez primera, le exigen al universo que los siga tratando como en sus mejores tiempos.
No tenemos escape: viviremos a lo largo de nuestra existencia en medio de todo tipo de dificultades. Si nos damos cuenta y aceptamos esta radical verdad, asumiríamos alguna de estas opciones: tratar de huir de los problemas; o bien, enfrentarlos, y tratar de resolverlos. Elegir la opción de la huida, terminará complicando mucho más nuestra vida y además daremos a nuestros hijos un mal ejemplo de cobardía. Optar por confrontar las dificultades, fortalecerá nuestro carácter y extinguirá nuestra irracional "fobia" a todo tipo de problemas; y además, nos permitirá resolverlos.
El psiquiatra, Scott Peck, afirma que la disciplina es el instrumento básico que necesitamos para resolver los problemas de la vida. "Sin disciplina - nos dice - no podemos resolver nada. Con sólo un poco de disciplina podemos resolver únicamente algunos problemas. Con una disciplina total podemos resolver todos los problemas".
Para el novelista norteamericano, Truman Capote, "La disciplina es la parte más importante del éxito". Inclusive, cuando nos disciplinamos férreamente, el cumplimiento de las acciones de nuestra disciplina se constituye en una de las fuentes más seguras de una alegría interior permanente. El mismo Maquiavelo consideraba que la disciplina nos conduce al orden, y quien vive dentro de un orden dado, rara vez le falta la buena suerte.
Pues bien, la disciplina es un requisito esencial para la confrontación y resolución de nuestros problemas y dificultades. Enfrentar los problemas constituye un acto de valentía; y este enfrentamiento es el primer requisito para meternos dentro del problema, medirlo, evaluar su peligrosidad y conocer su entera realidad.
Pero una vez que nos hemos atrevido a conocer y a darnos cuenta de una determinada dificultad, las cosas no terminan ahí, sino que resulta indispensable aplicar una serie de esfuerzos y estrategias para su solución. Esta estrategia, esfuerzos, se tendrán que dar (según el grado de dificultad del problema) en un tiempo determinado, lo que todo esto junto constituye la disciplina.
Dice Critilo, que todo enfrentamiento y esfuerzos por resolver nuestros problemas, es una cuestión que nos implica un determinado nivel de desasosiego y de miedo. Por ello, huir de los problemas o no querer verlos ni aceptarlos, es lo más común en los seres humanos.
Todas las personas anhelamos el placer y detestamos el dolor y el sufrimiento. Pues bien, el afrontar problemas y esforzarnos y aplicar una disciplina estricta para su solución, implica una determinada dosis de sufrimiento.
Pero el pensamiento fundamental es este: ¿queremos evitar enfrentarnos a los problemas para no sufrir por lo pronto, en un determinado grado, aun cuando más tarde el problema se multiplique por no haberlo atendido a tiempo? O bien, ¿atender el problema a tiempo, con muchas más probabilidades de resolverlo, aun sufriendo por el momento, pero evitando sufrimientos mayores después?