Lo importante no es vivir mucho tiempo, sino vivir significativamente, esto me lo dijo un sabio y admirado amigo mío.
En la Epístola 93, SÉNECA escribió: “Lo que haya de durar mi vida no depende de mí; que durante ese tiempo viva yo realmente, esto sí que depende de mí”.
Y en la misma Epístola, SÉNECA escribió: “¿De qué le sirve a uno ochenta años pasados en la desidia? Ese tal no ha vivido, sino que ha pasado inerte por la vida; ni puede decirse que ha muerto tarde, sino que ha estado muerto durante mucho tiempo; no vivió, sino que duró ochenta años; a no ser que digas que vivió como se dice que viven los árboles”.
La desidia es lo mismo que la negligencia, que la pereza. La desidia, más que un descuido en algún asunto específico, es un trastorno de la afectividad que nos inclina a no interesarnos por las cosas y las personas. Se trata de una dejadez, de una apatía que inclina a la voluntad a no hacer determinadas cosas. Toda negligencia y pereza indica en la superficie un trastorno de la voluntad, pero en el fondo, se trata de un trastorno de la afectividad.
Y cuando la desidia y la negligencia son el tono de nuestra vida, nuestra existencia pierde los brillantes colores del arco iris, y tiñe nuestra vida de un color gris y de una opacidad general. El sentirse vital, el estar interesado por las personas y las cosas, es lo contrario a la desidia y a la negligencia. SÉNECA bien dice, que el tiempo que ha de vivir no depende de él, pero lo que sí depende, es que el tiempo que viva, lo viva realmente. Vivir realmente es la tarea más difícil a que pueda enfrentarse un ser humano. Vivir realmente no significa vivir sin problemas, como tampoco significa vivir con comodidades y de una manera fácil. Vivir realmente significa sumergirnos en la vida: la vida de la naturaleza, la de nuestros seres queridos, la propia, y el preocuparnos por los demás, como bien lo dijo el Romano TERENCIO: “Nada de lo humano me es ajeno”.
Hay seres humanos que han vivido pocos años, pero que le dieron a su existencia un enorme sentido. En cambio, hay personas que han existido durante muchos años, pero que sus vidas han sido incomprometidas, neutras, insípidas, sin sentido y de poco valor para los demás.
La vida del mundo exterior, como bien lo dijo GOETHE muchas veces, nos frece un amplísimo abanico de oportunidades, pero es necesario que metamos las manos de lleno en la existencia para aprovechar muchas de las oportunidades y estar realmente vivos. Meter de lleno las manos en la vida a que se refiere GOETHE, es lo contrario a la desidia, a la negligencia y a la pereza.
Es cierto lo que dice SÉNECA de las personas que han existido durante mucho tiempo sin haber vivido realmente: “Ese tal no ha vivido, sino que ha pasado inerte por la vida; ni puede decirse que ha muerto tarde, sino que ha estado muerto durante mucho tiempo (en vida)”.
CRITILO nos dice que todos podemos vivir realmente desde el momento en que nos decidamos a darle a nuestra existencia un valor pleno: vivir activamente, de manera útil a los demás, abandonando la pereza y la flojera, que son manchas del alma que la marchitan.
CRITILO afirma, que una manera de aprovechar nuestra vida al máximo consiste en aniquilar toda actitud de grandiosidad y de autorrebajamiento, extremos que nos impiden dedicarnos a lo realmente valioso como es: contemplar la naturaleza, trabajar con amor a fin de ser útiles y poder “ganarnos la vida” para cuidar de nuestras familias y seres queridos. Vivir realmente, es asombrarnos ante tantas cosas bellas de la naturaleza. Vivir realmente, es dedicarnos a lo noble, a lo bueno, a lo bello, y a lo verdadero.