Me encargaste - le dijo el Aprendiz a su amigo el Sabio-, que leyera la Epístola No. 5 de Séneca, dirigida a su amigo Lucilio. ¡Gracias por tu recomendación!, pues me encontré con varias perlas de sabiduría. ¡Cuéntame - le dijo el Sabio!
Empezaré por decirte, que Séneca le pide a Lucilio que se aplique con tenacidad y se esfuerce en la sola tarea de hacerse cada día un hombre mejor. Y añade: "lo apruebo y me complazco en ello, y no sólo te animo a que perseveres, sino además te lo ruego".
¡Muy bien amigo, le respondió el Sabio! Y es que debes saber que Séneca a pesar de que vivió hace dos mil años, sigue siendo hoy en día uno de los educadores del hombre, más poderosos de la historia.
Séneca le pide a su amigo Lucilio - sigue hablando el Sabio - en que se esfuerce en hacerse cada día mejor. Y este es uno de los más grandes secretos del mejoramiento espiritual de toda persona: esforzarse cada día en ser mejor. Debes saber amigo - le dijo el Sabio al Aprendiz -, que el poeta alemán, Goethe, considerado uno de los cinco más grandes poetas de la humanidad, siempre daba el consejo, en el sentido de que cada día podemos encontrar oportunidades para "depurar nuestro espíritu", es decir, que cada día podemos mejorar y perfeccionar nuestras virtudes morales.
También encontré en la epístola No. 5 de Séneca - habló el Aprendiz -, un pensamiento del griego, Hecatón, que la supresión de los deseos aprovecha a la par como remedio del temor. Esto escribió Hecatón: "Si dejas de esperar, dejarás de temer". ¡Esto es cierto, le contestó el Sabio! Recuerda que los estoicos de la Grecia Antigua, siempre defendieron la idea de que los deseos y la codicia están en la raíz del temor. Y, precisamente, Séneca pretende liberar a su amigo Lucilio de todo temor, que nace de la codicia y de los deseos.
¿Pero cómo es posible que el temor y los deseos siendo sentimientos tan distintos, corran parejos? Te voy a contestar amigo le dijo el Sabio al Aprendiz -, con las mismas palabras que le contestó esta pregunta Séneca a su amigo Lucilio. "Así es, querido Lucilio; aunque parezcan ser contradictorios, van unidos. Igual que una misma cadena une al preso y al soldado que lo guarda, así esos sentimientos que son tan diferentes marchan a la par: el miedo sigue a la esperanza".
¡Explícame algo más de Séneca sobre este tema, le pidió encarecidamente el Aprendiz al Sabio! Te lo podría explicar, pero siendo este tema tan importante para la vida de cada ser humano, quiero que sea el mismo Séneca el que tome la palabra.
Séneca dijo lo siguiente: "Ni me admiro que ambos discurran así: uno y otro son propios de un espíritu indeciso, uno y otro propios de un espíritu ansioso por la expectación del futuro. Pero la causa más profunda de lo uno y de lo otro es que en lugar de acomodarnos a la situación presente proyectamos nuestros pensamientos en la lejanía. Por ello, la previsión, el bien máximo de la condición humana, se convierte en un mal".
¡No entiendo esto último!, le dijo el Aprendiz; ¿cómo es posible que siendo la previsión, el bien máximo de la condición humana, se convierta en un mal? Te lo voy a explicar, le respondió el Sabio. Prevemos que acontezca un mal en el futuro, asegurándonos de poner todos nuestros medios para impedir que tal mal llegue a ocurrir, pero una vez que hemos hecho lo adecuado para que el mal no nos llegue, observaremos una conducta prudente a fin de que el infortunio no llegue.
¡Así actuaría un hombre prudente - le dijo el Sabio! ¿Pero qué es lo que comúnmente hacemos? ¡No estar en el presente, y mantener en nuestra mente de manera obsesiva el mal que tememos! ¡Excelente tu explicación, le respondió el Aprendiz!
Critilo ha observado que los animales mamíferos, e inclusive insectos, tratan de evitar la muerte a causa de sus depredadores. O los caballos y aves en los incendios forestales, huyen del fuego para salvar sus vidas. Pero todos estos animales una vez que han huido del peligro, permanecen tranquilos y sosegados.
En cambio, el hombre hace de la "previsión" una preocupación más. Vivimos atormentados por el pasado y por un porvenir que no podemos conocer. Si estamos cargados de riquezas, más nos preocupamos aún, pues nos angustia intensamente, qué va a suceder con nuestros bienes después de que estemos en el sepulcro. ¡Como no sabemos vivir sencillamente en el presente, nos atenazan dos monstruos: el pasado, y la angustia expectante del futuro incierto!